El pueblo kurdo de Diyarbakir enfrentando a la policía y el ejército de Erdogan |
Las fuerzas represivas del presidente Erdogan continúan
atacando a decenas de ciudades y aldeas en el sudeste de Turquía, cuya
población es mayoritariamente kurda, asesinando a hombres, mujeres y niños con
la excusa de “combatir al terrorismo”.
Las barriadas populares de Sur en Diyarbakir, Silopi, Cizre,
Mardin o Nusaybin son algunos de los lugares en donde rige el estado de sitio,
impuesto por el gobierno para amedrentar a las masas kurdas que luchan por sus
derechos y masacrar a su vanguardia.
Mientras tanto, las potencias occidentales -embarcadas en
una supuesta guerra contra ISIS- Israel, Egipto, el zar Putin, los jeques de
los países del Golfo y los ayatollahs “antiimperialistas” de Irán miran para
otro lado, dejando actuar al jefe del Estado Islámico el carnicero Erdogan.
Aunque se pelean entre sí, todos coinciden en aplastar al
heroico pueblo kurdo, que viene de derrotar a los mercenarios del Estado Islámico
en Kobane y Tal Abyad, consolidando el gobierno de los cantones de Rojava.
Por eso, no es casualidad que el islamita Erdogan acabe de
anunciar que “Israel es el gran amigo de Turquía” y que las tropas de ISIS no
hayan disparado todavía contra sus pares del ejército sionista, de cuyas
entrañas proviene su jefe máximo, el “Califa” Abu Bakr al Baghdadi.
Las contradicciones en el interior del Frente
Contrarrevolucionario -integrado por el imperialismo, Arabia Saudita, Israel,
Turquía, Siria, Iraq y los países del Golfo- son enormes, a tal punto que
existe una guerra en la cual todos combaten contra todos.
Sin embargo su instinto contrarrevolucionario prevalece, razón
por la cual todos apuntan sus cañones contra las masas insurreccionadas kurdas,
palestinas y sirias, apoyando o dejando actuar a crigenocidas de la talla de Bashar
Al Assad, Erdogan y Netanyhau.
Los revolucionarios debemos solidarizarnos de manera activa
con los pueblos que combaten a estas dictaduras, ubicándonos en la trinchera de
los kurdos, palestinos y sirios que luchan contra sus respectivos gobiernos y
las bandas contrarrevolucionarias, como ISIS o Al Qaeda.
Desde ese lugar, que es de principios, tenemos que proponer
la única salida de fondo para Medio Oriente: la Federación libre de Estados
Obreros y Socialistas, que garantice la paz, expropie a los capitalistas y se
transforme en un faro que ilumine a las masas de todo el mundo.
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