lunes, 16 de febrero de 2009

El heroico pueblo palestino rechazó la invasión. Por Carmen Carrasco

1500 muertos palestinos. De ellos, 500 niños. Del lado israelí: 10 muertos. La conclusión parece obvia: Israel ganó de manera aplastante en su raid destructivo y genocida sobre Gaza. La realidad es otra: Israel perdió una vez más, debiendo retirarse de Gaza, con el prestigio triturado y sin ningún resultado.

El objetivo de la operación “Plomo Fundido” era recuperar la moral del ejército israelí derrotado en su incursión guerrera de 2006 en Líbano, donde fue derrotado por las milicias de Hezbollah.

Las principales figuras del gobierno israelí también buscaban ganar puntos a costa de los muertos palestinos, porque el 10 de febrero se realizan elecciones parlamentarias, en las que la coalición del Partido Laborista -cuya principal figura es el ministro de Defensa Ehud Barak- y del partido Kadima - de la canciller Tzipi Livni -, compite con Benjamín Netanyahu, el “halcón” del Partido Likud, por ver quién es más duro con los palestinos.

“Nuestra intención es cambiar totalmente las reglas del juego”, dijo el ministro de Defensa Ehud Barak. Para ello, durante 22 días, Israel disparó las más modernas armas contra una población cautiva, utilizando fósforo, prohibido por la Convención de Ginebra, atacó sedes de la ONU, escuelas y refugios.

Hamas, un gobierno electo democráticamente

Israel dice que Hamas es terrorista. La Unión Europea y Estados Unidos se niegan a reconocer su gobierno. Más allá de las opiniones y diferencias que tenemos con Hamas, lo cierto es que esta organización ganó ampliamente las elecciones parlamentarias palestinas de 2006.

Hamas se fundó en 1987, al calor de la primera Intifada, el levantamiento palestino en los territorios ocupados por Israel. En su origen, fue un movimiento religioso que surgió de la Hermandad Musulmana de Egipto.

Irónicamente, fue Israel quien promocionó a Hamas en Gaza, para minar la autoridad de la OLP (Organización para la Liberación Palestina), que era la representante de los palestinos en el exilio, y que estaba dirigida por una organización laica y nacionalista, Fatah, e integrada por varias corrientes marxistas. A Israel el tiro le salió por la culata, porque Hamas se convirtió en la organización más popular de Gaza.

En los años noventa se firmaron los acuerdos de Oslo entre Yaser Arafat e Israel, mediante los cuales la OLP reconoció la existencia de Israel a cambio de la promesa de aceptar la proclamación de un Estado Palestino en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania.

De esta manera se estableció la Autoridad Palestina. La OLP y Arafat volvieron a los territorios ocupados, y en 1994 se celebraron elecciones en las que Yaser Arafat fue electo presidente por una aplastante mayoría.

Pero los acuerdos no llevaron al soñado estado palestino. Por el contrario, Israel multiplicó los asentamientos judíos en los territorios ocupados, provocando una miseria y una asfixia cada vez mayor, haciendo numerosas incursiones armadas y asediando al propio gobierno de Arafat.

En 2000, los acuerdos de Oslo fracasaron lo cual llevó al estallido de la segunda intifada. Para ese entonces, la autoridad de Arafat estaba seriamente cuestionada. Cuando murió en 2004, después de años de estar recluido por el asedio israelí en la casa de gobierno en Ramallah, lo sucedió Mahmud Abbas, el artífice de los acuerdos de Oslo.

En este proceso, Hamas se fue haciendo cada vez más fuerte. En 2005 Israel se retiró unilateralmente de la franja de Gaza, pero no con el objetivo de permitirles hacer un estado independiente, sino de crear un gueto, una prisión encerrada de un millón y medio de personas, aislando a los habitantes de la franja del resto de Palestina.

En este contexto, Hamas ganó democráticamente y por amplio margen las elecciones parlamentarias palestinas en enero de 2006.

La Autoridad Palestina: títere de Israel y Estados Unidos

Desde 2006, la tensión fue creciendo entre Fatah y Hamas. El presidente Abbas acordó con Estados Unidos y con Israel, que le dieron armamento y entrenamiento, para luchar contra Hamas.

En 2007, Hamas echó a los corruptos representantes de la AP de la franja de Gaza. Entonces, el presidente palestino Abbas echó a Hamas del gobierno, y de manera ilegal, violando la carta fundamental de la AP, nombró a un representante de Fatah como primer ministro, a pesar de que este movimiento había perdido las elecciones.

El ataque israelí de diciembre y enero tenía por objetivo asestar una dura derrota a Hamas para que la Autoridad Palestina volviera a Gaza. Por eso, durante estos cruentos días de enero de 2009, Mahmud Ammas ordenó a la policía disparar contra los manifestantes que expresaban su solidaridad con Gaza en Cisjordania. Pero los jóvenes palestinos salieron a las calles de las ciudades cisjordanas y se enfrentaron con la policía de Abbas.

El 28 de diciembre la policía atacó la manifestación de solidaridad apenas aparecieron banderas de Hamas.En Belén la policía intentó frenar una marcha desde un campo de refugiados hasta el lugar donde Israel está construyendo el muro de separación, y recibieron en respuesta las miles de piedras que los jóvenes habían juntado para los soldados israelíes. Luego se decretaron tres días de huelga general.

La consecuencia es la opuesta de la que Israel esperaba: en lugar de traer otra vez la AP de vuelta a Gaza sobre las ruinas de Hamas, la AP se está desintegrando políticamente mientras que Hamas se ha legitimado como el gobierno electo de Gaza.

Tal como sucedió antes con la OLP, que durante años fue desconocida y perseguida por Israel, pero que al final conquistó su reconocimiento como legítima organización representante de los palestinos, hoy Hamas está emergiendo del conflicto con más fuerza que antes.

La gran traición de los gobiernos árabes

Según el comentarista de un diario israelí, si se juzgaran las consignas de las manifestaciones de apoyo a Gaza en el mundo árabe, se podría creer que el invasor había sido Egipto, y no Israel.

El presidente egipcio Hosni Mubarak ha colaborado con Israel cerrando el único puesto fronterizo de Gaza con el mundo exterior, la ciudad de Rafah. Mubarak, que gobierna desde hace 20, teme que el descontento de los palestinos se cuele en su propio país, el segundo receptor de asistencia militar de Estados Unidos en el mundo.

Los gobiernos reaccionarios de Arabia Saudita y demás monarquías del Golfo, junto con Egipto, apoyaron el ataque israelí, esperando de esta manera deshacerse de Hamas. Ni siquiera fueron capaces de organizar una cumbre de la Liga Árabe para condenar el ataque.

Por eso, el descontento se extendió por todo el mundo árabe. En Yemen, decenas de miles de personas se reunieron en el estadio, en Sana, la capital, cantando: “¿Cuánto durará el silencio? ¡Despierten, árabes! En Líbano las marchas exigían acciones decisivas de sus líderes.

El mito de Israel se desvanece: se quiebra el apoyo occidental

El ataque a Gaza se realizó con el apoyo pleno del gobierno de George W. Bush en retirada y con la complicidad de los gobiernos europeos, especialmente el de Nicolás Sarkozy, que alargaron todo lo posible una resolución de las Naciones Unidas, dándole tiempo a Israel para matar cuantos más palestinos fuera posible.

Pero el horror de los niños asesinados en las pantallas de televisión, pudo más que la fuerza de los gobiernos. Las manifestaciones se extendieron a toda Europa, Estados Unidos, Australia, Japón, Asia, y América Latina.

Israel perdió su principal apoyo, el de la opinión pública occidental, que justificaba la existencia de Israel a nombre del genocidio de seis millones de judíos cometido por el nazismo.

Al actuar de la misma manera que los nazis en los campos de concentración, Israel ha perdido la autoridad moral que alegaba tener, provocando la mayor crisis en la historia entre las comunidades judías del mundo.

Según un estudio publicado en EEUU por Steven M. Cohen y Ari Y. Kelman: Más allá del distanciamiento.

Los judíos americanos jóvenes y su alienación de Israel, la Encuesta Nacional de Judíos Americanos de 2007, muestra que entre los menores de 35 años, menos del 20% dice estar “siempre orgulloso de Israel”, apenas el 50% se siente “confortable con la idea de un Estado judío”, y sólo el 50% dice que “la destrucción de Israel sería una tragedia personal”, porcentaje que llega hasta el 80% en la franja de mayores de 65 años encuestados.

La otra consecuencia es que fracasó la política de dividir a Cisjordania de Gaza. El ataque unificó a los palestinos como nunca antes y legitimó a Hamas como el verdadero gobierno de Gaza.

Como en el Líbano en 2006, se ha demostrado que el poderío militar israelí no puede imponer su supremacía. Hoy, 50% de la población que vive bajo dominio israelí es palestina, y su número crece rápidamente.

“En términos de su capacidad de asesinar y destruir, Israel no tiene parangón. Pero su problema no es militar. Su problema es de legitimidad, mejor dicho, la profunda e irreversible falta de ella. Israel no puede ganar esa legitimidad a costa de bombas”, escribe un analista palestino en The Electronic Intifada, y concluye: “Paradójicamente, es Israel como estado sionista, y no Palestina, la que no podrá sobrevivir este ataque genocida”.

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