España: Jóvenes precarizados indignados contra el capitalismo
España vive las jornadas de lucha más importantes desde 2004, cuando millones se movilizaron contra la guerra de Irak y las mentiras del gobierno de Aznar, para luego derrotarlo en las urnas y consagrar al actual presidente José Luís Rodríguez Zapatero. Por estos días, un poderoso movimiento popular, encabezado por jóvenes precarizados, los indignados, ha puesto en vilo al gobierno de Zapatero y al régimen de conjunto.
El movimiento 15M, llamado así porque el 15 de mayo es su fecha de nacimiento, es hijo directo de la crisis económica mundial y del espectacular avance de la conciencia de las masas. Especialmente de los jóvenes, incorporados al mercado laboral durante la última década, víctimas de una desocupación record y de salarios paupérrimos.
Igual a los trabajadores árabes, que se auto convocaron los viernes de ira (el viernes es un día no laborable en el calendario musulmán) para protestar contra la falta de trabajo y de las más elementales libertades democráticas, el domingo 15 de mayo decenas de miles coparon las principales plazas de España, siendo la Puerta del Sol de Madrid, la más emblemática.
En las plazas crece el descontento contra el gobierno y el resto de los partidos burgueses, como también los reproches a las centrales sindicales que respondieron tibiamente a los ajustes de Zapatero. La familia real es otro de los blancos del enojo popular: ¡Los manifestantes prometieron ayudar a la nobleza a buscar trabajo cuando acaben con la monarquía!
En las asambleas populares, que como en Argentina, se desarrollan en las plazas, proponen reformas democráticas que permitan una mayor participación popular en la toma de decisiones y en el control del accionar de los funcionarios. Para muchos, los males que aquejan a España están ligados a la ineptitud de los funcionarios o a la corrupción.
Pero un importante sector ya empezó a ubicar el centro del problema en la decadencia del capitalismo imperialista, planteando que solo una sociedad socialista será capaz de devolver la dirección del estado al pueblo, de manera de resolver la desocupación, la superexplotación, la falta de vivienda, etc.
Como consecuencia de la movilización y del fracaso del gobierno para frenarla, Zapatero y su partido, el PSOE, fue ampliamente derrotado en las elecciones primarias del 22 de mayo. Esto puso a España a las puertas de su mayor crisis política, ya que el partido triunfante, el PP de Aznar, tampoco cuenta con la simpatía popular.
El gobierno, cercado por la derrota electoral y las movilizaciones, intentó una tibia represión sobre los manifestantes en Cataluña, escudados en el descontento de los comerciantes y las festividades por el seguro triunfo del Barcelona en la Liga de Campeones. Pero el pueblo respondió al instante solidarizándose con los manifestantes, ganado las calles y las plazas en contra de la represión.
La protesta de los jóvenes españoles se emparenta con la de sus pares de otros países de Europa y del África, que sufren los mismos problemas. Al igual que los árabes no se sienten identificados con los partidos políticos tradicionales ni con las instituciones. Lo mismo que los trabajadores latinoamericanos, que están hartos de las tercerizadas y de los contratos basura.
Los jóvenes españoles tienen la sensación de haber sido estafados, una sensación parecida a la que sienten los jóvenes trabajadores estadounidenses y europeos, cuando sus gobiernos anuncian recortes con el propósito de cubrir la bancarrota de los banqueros.
Motorizados por la necesidad de enfrentar globalmente un mal que aqueja a todos los pueblos, más allá de su condición de país imperialista o de colonia explotada, surgieron sitios en las redes sociales para convocar a jornadas mundiales de protesta. Una de ella se realizó el pasado 29 de mayo con participación dispar en las principales capitales de Europa y algunas ciudades del norte de África y Estados Unidos.
Estas manifestaciones populares a escala planetaria, ponen a la orden del día la construcción de una organización mundial, internacionalista, capaz de intervenir en los procesos de lucha que se den en los distintos países. La tarea actual de los revolucionarios pasar por dotar a la vanguardia mundial del programa que se necesita para derrotar a los gobiernos y sus regímenes, y establecer gobiernos obreros y populares capaces de sacar a la humanidad de la bancarrota en que la sumió el capitalismo.
La situación actual de la lucha de clases pone al Programa de Transición, escrito por León Trotsky muchos años atrás, nuevamente en el tapete, ya que con su correcta utilización las actuales revoluciones democráticas se podrán transformar en socialistas, única manera de acabar con los males del capitalismo, en España, en África o en cualquier lugar del planeta.
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