miércoles, 6 de agosto de 2008

A raíz de la última visita de Lula y 300 empresarios brasileros: Las aspiraciones imperiales de Brasil y el papel del Mercosur

La última visita del presidente Lula a la Argentina, desembarcando junto a Chávez y más de 300 empresarios responde a la política de los capitalistas más importantes de ese país, que están apropiándose de una parte importante de la economía argentina.

Los burgueses brasileros, representados por el gobierno “izquierdista” de Lula, ya se adueñaron de Cerveza Quilmes, Acerías Bragado, Alpargatas, Loma Negra, varios frigoríficos, etc., y ahora vienen por las mejores tierras, de manera de fortalecer sus negocios relacionados a la soja y a los biocombustibles.

Por eso, la política dirigida a liquidar a los pequeños y medianos productores agropecuarios, perpetrada por Cristina, no responde sólo a la necesidad de hacer “caja” para pagar los intereses de las deudas, sino también a esta voracidad empresarial.

El Mercosur ha sido el ámbito jurídico y político, mediante el cual los burgueses brasileros han podido avanzar sobre la Argentina y el resto de los países, como por ejemplo Bolivia, donde la Petrobras, a pesar de la “nacionalización” aplicada por Evo Morales, maneja el negocio del gas.

Si bien Brasil es un país dependiente del imperialismo, no es tan débil como Bolivia, Paraguay, Uruguay o la Argentina, ya que cuenta con una burguesía industrial (fundamentalmente la que está radicada en el estado de Sao Paulo) muy poderosa.

Esa patronal, algunas veces aliada a sus pares imperialistas, y otras veces, de manera independiente, está expandiendo sus negocios, transformando al Brasil en una especie de “sub imperialismo”, ya que al mismo tiempo que es oprimido por los grandes capitalistas extranjeros, oprime y explota a otros trabajadores y a otros pueblos, más allá de sus fronteras.

Desde nuestro periódico hemos venido analizando ese fenómeno desde el año 2006, razón por la cual hoy reeditamos una nota publicada en El Trabajador de Junio de ese año, titulada: “Las aspiraciones imperiales de Brasil y el papel del Mercosur”:

El MERCOSUR no es un bloque de países conformado para negociar en mejores condiciones con el imperialismo, sino un herramienta para la defensa de los intereses de las multinacionales radicadas en cada uno de los países que conforman el acuerdo.

Detrás del Mercosur está la Socialdemocracia, que es la representante de los monopolios europeos. En ese marco Brasil (o mejor dicho las multinacionales y grandes capitales brasileños) ejerce su hegemonía.

Esta hegemonía se expresa, por ejemplo, en la propuesta de construcción del gasoducto Venezuela Argentina: No es casualidad que se proyecte hacerlo pasar por Brasil, de manera que sea la empresa Petrobrás quien controle la provisión de este vital elemento al Paraguay, Uruguay y la República Argentina.Paraguay y Uruguay no poseen reservas de hidrocarburos, y cuando las reservas argentinas se agoten (ocurrirá más o menos en una década debido a la sobreventa para la exportación) Brasil dominará la entrada de todo el gas que consuman esos países.

La producción de gas de Bolivia ya está, en gran parte, en manos brasileras, al igual que su segundo producto de exportación, la soja, cuya salida está controlada desde el puerto brasileño de Manaos.

La desintegración de la planta industrial Argentina y la casi inexistente de Paraguay, Uruguay y Bolivia, así como la debilidad estructural de la industria venezolana dejan a estos países a merced de la potencia industrial brasileña.

La base de sustento material del poder de la clase dominante brasileña son su banca, las industrias de la burguesía nacional y estatal administradas por las Fuerzas Armadas, las empresas mixtas estatal-privadas como Petrobrás y la autonomía político-militar que aún mantienen sus poderosas Fuerzas Armadas.

La economía brasilera ha experimentado un pequeño repunte y crecimiento en los últimos tres años. En ese marco se impone y hegemoniza – y arbitra – en el MERCOSUR.

Brasil se ha convertido en exportador de capital financiero y comercial a otros países, particularmente de Latinoamérica, y domina mercados en Bolivia, y en parte en Uruguay, Paraguay y Argentina.

Esto le ha dado “prestigio” a Lula que incluso opacó – en cuanto a su popularidad se refiere – a los escándalos de corrupción que sacudieron su gobierno y que le costaron la cabeza a más de cien funcionarios.

Esto refleja, aunque distorsionadamente, que Lula ha logrado dirigir a importantes sectores de la clase obrera no para reclamar sus derechos sino para embanderarse detrás de una política nacionalista, de “orgullo nacional.”

Contra esto rebotan parcialmente las críticas sindicalistas de su oposición “revolucionaria” y “socialista”.

Salvando las distancias, aunque viniendo al caso, Lenin planteaba que no importaba cuanto se preocuparan los dirigentes obreros de los países imperialistas europeos por los beneficios para los trabajadores.

Mientras apoyaran aunque fuera por omisión, la causa imperialista de sus burguesías, su destino estaba sellado como oportunistas y las clases obreras que dirigían serían derrotadas.

Tuvo razón. De la política Socialdemócrata de apoyo a sus burguesías “nacionales” surgió la 1ra. Guerra Mundial que hizo necesaria la Revolución Rusa para intentar revertir la derrota que esto implicó.

En Brasil, la lucha denodada contra las aspiraciones hegemonistas e imperiales de su burguesía debe ser para los dirigentes obreros socialistas y revolucionarios, una política tan importante como es la de oponerse implacablemente al rol de árbitros de la política de las Fuerzas Armadas o al papel nefasto de la Iglesia en los conflictos políticos y sociales.

Estamos convencidos que si los dirigentes obreros y populares combativos del Brasil no van a fondo contra su propia burguesía no serán capaces de enfrentar cohesionadamente al imperialismo en cualquiera de sus formas y mucho menos de unir en una sola lucha a su proletariado con la clase obrera de los países de toda la región:

La única manera de derrotar al imperialismo y comenzar a transitar el camino de la liberación nacional y social, mediante la conformación de una Federación de Estados Socialistas Latinoamericanos.

Denunciar y enfrentarse a Lula y su política proimperialista, como al ALCA y demás pactos colonizantes está bien, ya que son instrumentos de dominación de los yanquis sobre Latinoamérica.

Pero también es necesario combatir el MERCOSUR y todas las iniciativas que propone la burguesía del Brasil por lograr la hegemonía.

¡Abajo el MERCOSUR y el ALCA, por una política independiente del imperialismo norteamericano y Europeo!

Por la derrota de la política hegemonista brasileña.
Por una política Internacionalista, de colaboración e intercambio fraterno en el marco de una Federación Socialista de Estados Latinoamericanos.
¡Retiro inmediato e incondicional de las tropas brasileñas de Haití!


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