jueves, 23 de diciembre de 2010

Ataque a las favelas: Guerra contra el pueblo con la excusa de los narcos
Juan Carlos Beica

La Policía y las Fuerzas Armadas brasileras están llevando adelante una durísima ofensiva contra la población de varias favelas (villas) de Río de Janeiro, asesinando a varios pobladores y creando un clima de terror que va más allá de las propias villas e influye sobre el estado de ánimo del conjunto de los trabajadores y el pueblo de Río y de Brasil.

El ataque fue decidido por el gobernador local, Sergio Cabral del PMDB (aliado de Lula) y el gobierno nacional del PT, quienes con la excusa de la “lucha contra el narcotráfico” coincidieron en enviar a las calles a una fuerza impresionante, compuesta por cientos de efectivos armados hasta los dientes, tanques de guerra, helicópteros, carros de asalto, etc.

Un sector narco denominado Comando Rojo salió a enfrentar esta ofensiva mediante ataques perpetrados contra autobuses, coches y furgonetas, rechazando el intento de instalación de las UPP (Unidades Policiales de Pacificación) dentro de las favelas y la transferencia de importantes líderes del comando a prisiones con regímenes más duros que las actuales en donde se encuentran.

Independientemente de la existencia de esta disputa entre dos sectores capitalistas, uno mayoritario y poderoso conducido por el estado brasilero, y el otro, marginal y mucho más débil, ligado al narcotráfico no controlado por la policía y los funcionarios políticos, lo que está sucediendo en Río de Janeiro excede los límites de este enfrentamiento.

El gobierno pretende amedrentar al conjunto de la clase obrera y del pueblo, mostrando una fuerza enorme, capaz de dirigirse en contra de las luchas y de los luchadores, que además se podría direccionar hacia el resto del proletariado y los pueblos latinoamericanos. Es que dentro de la división de tareas burguesas intercontinentales el ejército del Brasil está llamado a jugar el papel de gendarme de la contrarrevolución.

De hecho ya está realizando esta labor en la isla de Haití, comandando las tropas de la Minustah, compuestas por soldados latinoamericanos y de otros países del mundo monitoreadas por el Pentágono y la CIA, que ocupan ese país con el propósito de mantener la pobreza y miseria extrema e impedir el estallido de la revolución.

Frente al ataque de la policía y el ejército brasilero todos los gobiernos “progresistas” del continente y sus aliados de izquierda y de derecha miran para otro lado, apoyando las acciones militares. Por esta razón ningún presidente latinoamericano presentó críticas al gobierno de Lula en la reunión iberoamericana de Mar del Plata, que en los hechos se transformó en un evento de apoyo a la política reaccionaria del gobierno del PT.

En el mismo sentido están actuando las organizaciones chavistas o similares, como el PSOL de Brasil (ligado al MST argentino), que apoya el operativo militar planteando la necesidad de “combatir el narcotráfico”, aunque reclamando que se realice “sin excesos por parte de las fuerzas policiales…”

Mientras tanto el PSTu, que es la principal organización política de la izquierda brasilera opositora a Lula, si bien se expresa en contra de la invasión y los ataques contra los pobladores de las favelas, no pone el centro en la necesidad e expulsar a las tropas, y que iguala responsabilidades entre gobierno y narcos.

Los compañeros del MR (organización con la cual mantenemos relaciones fraternales) denuncian el papel del narcotráfico y plantean medidas para su erradicación (como la legalización de las drogas para impedir el negocio), pero subordinan estas consignas a la principal: la necesidad de echar a la policía y al ejército de los morros, denunciando el carácter reaccionario de la ocupación.
Es importante comprender que el tráfico de drogas está controlado no por los jefes mafiosos de las colinas o los jóvenes que portan armas, sino principalmente por los parlamentarios y líderes empresariales, que están muy por debajo de la colina, que viven en mansiones, con empresas de lavado de dinero y mirando desde un palco. ¡Contra ellos hay que dirigir las consignas, ya que sólo acabando con su poder se avanzará en la lucha contra este flagelo!

Lo que está haciendo el Estado brasilero es, por un lado ocultar esta realidad, defendiendo a los líderes narcos más importantes y por el otro, utilizar la excusa de una supuesta pelea contra las drogas para poner en práctica su política de ocupación de las favelas y de limpieza social, imponiendo el terror en la población. ¡Todos los enmascarados atacan a los pobres bajo el disfraz de la paz!

Cuando los sectores de izquierda que defienden o capitulan frente a los gobiernos progres lo hacen en nombre de “detener el avance de la derecha”, lo que hacen es embellecer a quienes, desde supuestas posiciones “nacionales y populares” o incluso “socialistas”, están rearmando sus ejércitos y policías con el objetivo de derrotar el ascenso obrero y popular que recorre el continente.

La política frentepopulista es, en definitiva, una línea para desmovilizar y “adormecer” a las masas, tratando de ganar tiempo mientras preparan la única medicina que conocen los burgueses para derrotar el proceso revolucionario en curso, la represión sangrienta. Por eso no es casual que el ataque de Lula contra las favelas se de en el marco de la intervención militar en Villa Soldati y Luegano, también con la excusa del combate contra los narcos.

Los luchadores y luchadoras deben asumir la necesidad de denunciar y enfretnar constantemente a estos gobiernos, no solo por sus discursos mentirosos sino también por sus políticas represivas, levantando la bandera de la defensa de las libertades democráticas que pisotean quienes hablan en nombre de los derechos humanos…

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