miércoles, 27 de abril de 2011

Rebelión contra el trabajo esclavo en Brasil

Los casi 20 mil trabajadores que construyen la usina de Jirau sobre el Río Maderia en la región de Rondonia, paralizaron sus tareas exigiendo el pago de los salarios adeudados, las horas extras no pagadas y otras reivindicaciones. La bronca de los obreros fue tanta, que incendiaron y destruyeron cantinas, ómnibus, alojamientos y una buena parte del complejo.

La huelga enfrentó a la empresa Camargo Corrêa, la encargada de construir esta usina correspondiente al Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC). Esta patronal, íntimamente ligada al gobierno del PT de Lula y la actual presidenta Dilma, amontonó a miles de obreros en verdaderas pocilgas, carentes de higiene y condiciones de seguridad.

A esta terrible situación se le sumó la tremenda explotación, la falta de descanso, el confinamiento y la prohibición de visitar o ser visitados por sus familiares, ya que la mayoría proviene de otros estados y municipios. ¡La Camargo, una empresa que giró millones para la campaña electoral del PT, tiempo atrás fue expulsada del Ecuador por estas prácticas esclavistas!

Esta no fue la primera vez que obreros de la construcción explotan violentamente contra la superexplotación. A mediados de junio de 2010 los trabajadores de la usina San Antonio, que junto con la de Jirau forma el complejo del Río Madeira, pararon por aumento de salarios y el pago de horas extras. La huelga culminó con la destrucción de 35 ómnibus y un automóvil.

La Camargo, lejos de responder positivamente a los reclamos obreros, decidió pagarles los pasajes para que estos vuelvan a sus estados de origen. Una solución parecida a la que de vez en cuando toman algunos intendentes fascistas de los pueblos del interior, que expulsan a los mendigos para “limpiar las ciudades…”

El intendente de Porto Velho, Roberto Sobrinho (del PT), se alineó rápidamente con los empresarios, calificando al conflicto de “motín". Mientras tanto la presidenta Dilma Rousseff, en vez de ponerse del lado de los trabajadores, reclamó que el “traslado se realice rápidamente y con seguridad”

Pero el gobierno nacional no sólo realizó declaraciones. Además decidió movilizar a un importante contingente de la Fuerza Nacional y de la Policía Federal, para asumir el control de obra y defender los intereses de la Camargo.

Mientras esto sucedía los micros contratados por la empresa partían hacia Teresina, São Luís, Belém y otros destinos. La mayoría de los operarios viajaban solo con sus ropas, abandonando buena parte de sus pertenencias. “Me dieron 15 reales, una banana y un colchón” dijo Luiz Feitosa Alves, uno de los empleados, que es originario del interior de Piauí.

Lo sucedido este año en Jirau y el año pasado en San Antonio muestran el futuro del Brasil, ya que la situación de extrema precarización laboral que soporta buena parte de la clase obrera de este país, está transformando a los obradores, las fábricas y empresas en verdaderos polvorines a punto de estallar.

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