miércoles, 13 de abril de 2011

Carta a los revolucionarios por motivo de Emanuel

La siguiente es la carta enviada a la redacción de El Trabajador por un militante de CS de Neuquén, relacionada a la actitud del pibe Emanuel Piaggesi, que viajó a Libia para solidarizarse con la causa de la rebelión, alistándose en las filas de las milicias rebeldes.

Por Carlos Gallo desde Neuquén

La noticia de varios diario (Perfil, Clarín, Río Negro) acerca de Emanuel Piaggesi habrá causado seguramente un tremendo asombro en la opinión pública burguesa, estupor en los sectores reaccionarios que temen al efecto contagio, pero tremendo e incalculable impacto en quienes integran las filas de las organizaciones políticas de la clase obrera.

Me animo a hipotetizar la envidia de muchos militantes ante la lectura de la nota por el rol que está jugando este pibe en la lucha contra los mercenarios de Gadafi y contra la intervención imperialista. La misma que siento yo al redactar estas líneas.

Imagino que cualquier joven militante, en el cual la pasión de su edad está al servicio de la revolución, y que piensa que si le pone mas vitalidad día a día, esa revolución tardará menos en llegar; imagino a esos jóvenes militantes pensando en repetir la hazaña de Emanuel, que hizo lo que nadie.

Imagino a los cuadros de base y medios de las organizaciones revolucionarias soñándose a sí mismos como organizadores de la resistencia al régimen y a la intervención.

Imagino a los dirigentes de los partidos demostrando orgullo si esta energía revolucionaria, si esas ganas de ser parte del proceso revolucionario que recorre todo el norte de África esté presente y transitando las venas de sus camaradas, y con ansiedad, si esta pasión y fuerzas tan pujantes se encuentran en compañeros pertenecientes a otras organizaciones, o si pasa como en el caso de Emanuel, e intrépidos activistas independientes se lanzan al ojo del huracán.

Ansiedad en saber cómo los ganan para su propia organización, cómo acercan hacia su corriente a esos sectores que en sus ideales, pero por sobre todo en su practica concreta, están girando hacia la izquierda por esta consecuencia espontánea con el internacionalismo proletario, cómo logran captar a esos sectores de la juventud que instintivamente se acercan al programa de la revolución mundial.

Pero, lamentablemente, estos dirigentes, que incluso son parte de organizaciones internacionales, que se reclaman trotskistas perderán su oportunidad, por no tener la audacia política necesaria en estas circunstancias para canalizar hacia sus propias organizaciones y proyectos – los que aspiran a poco.

No tienen la audacia de jugarse a dotar al proceso norafricano de una dirección revolucionaria para evitar que la energía de las masas libias llegue rápidamente a su techo o se diluya tras derribar a Gadafi, como pasó en la plaza Tahrir luego de que cayera Mubarak –pensaran los mas ambiciosos.

El programa revolucionario no es solo para proclamarlo en periódicos o para desempolvarlo los primero de mayo. El programa revolucionario son las tareas que nos debemos dar los militantes revolucionarios para desarrollar y dirigir la revolución.

Para los que provenimos de la corriente Morenista, la Brigada Simón Bolívar, en la revolución nicaragüense, es el ejemplo a continuar. Para los trotskistas o simplemente para los revolucionarios, la experiencia de las Brigadas Internacionalistas en España, son parte común de la tradición revolucionaria, que no puede quedar como mero material de consulta para los libros.

El caso de Piaggesi debe ser un caso testigo para los militantes, cuadros y dirigentes honestos, que no tienen corrompido su espíritu revolucionario, ni por el asqueroso sectarismo o el artero oportunismo, y nos debe abrir un profundo interrogante:

¿Dejamos que esta historia sea algo anecdótico, el caso de un pibe idealista, con buenas intenciones, un aventurero –en el sentido peyorativo de la palabra- y pasa como si nada? ¿O seguimos su ejemplo y lo potenciamos, organizando a nivel internacional una convocatoria para organizar solidaridad obrera y revolucionaria con la revolución Libia.

En definitiva ¿Nos jugamos a que, armas en mano, se intervenga de manera militante, no solo para desarrollar las tareas democráticas tirando al dictador y derrotando la intervención, sino también las revolucionarias como puente a la revolución obrera y socialista? ¡El desafío está pendiente!

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