jueves, 10 de mayo de 2012

Derrota de Sarkozy. ¡Mejor situación para enfrentar el ajuste!



Finalmente y como se esperaba François Hollande derrotó a Nicolás Sarkozy en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. De esta manera el Partido Socialista volvió al poder después de 17 años. El último presidente socialista de Francia había sido François Mitterrand quien gobernó entre 1981 y 1995.

Hollande había ganado en la primera vuelta con un 28,63 % de los votos dejando atrás a Sarkozy  (27,18%),  a la  derechista Marine Le Pen del Frente Nacional (17,90%) y a Jean Luc-Mélenchon del Frente de Izquierda (11,11%) una alianza entre el Partido de Izquierda y el Partido Comunista. Los partidos de la extrema izquierda como el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) y Lutte Ouvriere (Lucha Obrera) obtuvieron un 1,29% y 0,65% respectivamente.

La derrota de Sarkozy es, más allá de las intenciones del nuevo gobierno, un triunfo de las  masas  francesas. Los trabajadores, los jóvenes, los inmigrantes, la clase media venida a menos, enfrentaron durante estos cinco años al gobierno con innumerables movilizaciones y huelgas. Si bien no pudieron derrotarlo en las calles, no fue por falta de combatividad sino debido a la política conciliadora de las direcciones que están al frente de las organizaciones obreras, fundamentalmente el Partido Comunista y el propio Partido Socialista.

Por eso, millones de franceses vieron en las elecciones la oportunidad de castigar a uno de los máximos representantes del ajuste, con las expectativas puestas en que el próximo gobierno solucione los problemas más acuciantes, como el desempleo, los bajos salarios, la salud, la educación, la marginación de los  inmigrantes, etc.

Esas expectativas chocaran rápidamente contra la cruda realidad, porque más allá de los discursos demagógicos de Hollande, prometiendo un nuevo futuro para Francia y Europa, el Partido Socialista gobernará -como siempre lo hizo- a favor de la burguesía imperialista francesa y sus monopolios, por lo tanto en contra de los trabajadores y el pueblo.

No por casualidad Hollande ha dicho que el primer viaje que realizará cuando asuma la presidencia será a Berlín para entrevistarse con Ángela Merkel, con quien espera llegar a un acuerdo, de manera de encarar juntos la crisis capitalista que sacude a la Unión Europea. Y en ese sentido la Merkel fue muy clara, ya que apenas conoció los resultados electorales dijo que “no se puede ni hablar de cambiar las políticas de ajuste…”

El panorama que se abre para el gobierno del PS no será distinto que el de sus socios españoles y griegos. Es que Francia, a pesar de ser la segunda economía europea vive una crisis igual o peor que estos países. Tiene una deuda pública (lo que debe el estado a particulares u otros países) que alcanza el 86% del PBI, sus exportaciones están estancadas debido al atraso de su aparato productivo, que se prevé que apenas crecerá este años un 0,5%.

El país galo tiene un déficit presupuestario de 84.500 millones de Euros, el doble que el de España y una deuda externa que supera los 5000 billones de dólares. Esta situación, sumada a la “línea” que baja el gobierno alemán, que es el que realmente manda en Europa, obligará al gobierno del PS a continuar con la política de Sarkozy.  

Sin embargo no le resultará fácil a Hollande, ya que la caída de Sarkozy fue tomada por las masas como un triunfo. Un éxito que alentará la continuidad y la profundización de las luchas de los trabajadores, los estudiantes y los inmigrantes.

El problema de los trabajadores franceses, como del resto de Europa, es la falta de una dirección revolucionaria. Los partidos importantes de la izquierda más radicalizada, como el NPA y Lutte Ouvriere (Lucha Obrera) no se vienen ubicando a la altura de las circunstancias, ya que han levantado una orientación estrechamente sindicalista y electoralista, que los hizo perder un terreno enorme, que se expresó con un retroceso electoral manifiesto.  

Por eso la tarea de los revolucionarios pasa por construir la unidad, para ponerse al frente de las luchas y alentar la combatividad obrera y popular detrás del programa más justo, el de los trotskistas.  


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