Siyaben Firat Cetin y Viyan Peyman, dos mártires de la Revolución de Rojava |
El primer contacto con las comandantas de las milicias destacadas
en el frente de batalla, fue con tres jóvenes. Sucedió cuando la compañera A.
aprovechó que íbamos al cuartel general y pasó a saludar a tres amigas suyas,
que en esos momentos descansaban después de haber sido relevadas de sus
posiciones de combate.
Con poco más de treinta años estas mujeres kurdas, nacidas
en tres regiones distintas, ocupadas por los estados de Irán, Turquía y Siria, lideraban
las fuerzas de resistencia junto a sus compañeros.
Desde el inicio del ataque del Estado Islámico -setiembre
2014- la mayoría de los aproximadamente 140 mil pobladores de Kobane debieron
huir con lo puesto, frente al fuego de artillería pesada y de los tanques de
primera tecnología.
Luchando con armas livianas y superadas en número en tres
frentes, las milicias de las YPJ-YPG que comandaban estas compañeras, habían
disputado la ciudad casa por casa y calle por calle.
Por esos días los medios de comunicación masivos anunciaban la
caída inminente de Kobane, mientras que el gobierno de Turquía -principal
fuerza de la OTAN en la región- abastecía al ejército del Estado Islámico y
curaba a sus heridos en hospitales oficiales.
Pero la población kurda de las principales ciudades de
Turquía se levantaba en masa, protagonizando una verdadera rebelión contra el gobierno
de Erdogan y en apoyo a la tenaz resistencia, comparada con la que protagonizó
el pueblo de Stalingrado enfrentando la invasión del ejército de Hitler,
durante la Segunda Guerra Mundial.
Con esa fuerza y la determinación de defender su
autogobierno -asentado en asambleas populares y comités democráticos- y con la
perspectiva de lograr su liberación nacional, la emancipación de las mujeres y
una sociedad igualitaria, las milicias habían logrado frenar y doblegar el
avance arrollador de los yihadistas y, en esos momentos, fines de diciembre, ya
controlaban el 90% del terreno.
Sin embargo, el Isis continuaba pertrechado en las afuera de
Kobane, en la colina Mishtenur, desde donde mantenía el asedio, provisto de abundante
material bélico. Ubicado en esa posición seguía bombardeando permanentemente y
lanzando incursiones espaciadas.
Para liberar la colina se necesitaba fuego aéreo y armas
pesadas. Pero las milicias carecían de dicho armamento, aunque no cejaban en su
intento por tomar la guarnición mediante el empleo de distintas tácticas,
armadas solamente con sus Kalashnikov. Muchas vidas se perdieron en esas
tentativas.
En tanto, las fuerzas de la coalición encabezadas por los
yankis, seguían declarando su supuesta disposición a combatir al ISIS. Sin
embargo, durante los tres meses previos habían empleado sus aviones para
arrojar poderosas bombas sobre la ciudad, pero sin dañar significativamente a
las fuerzas yihadistas.
Estando allí, teniendo la oportunidad de conocer a estas
mujeres admirables por la firmeza de sus convicciones, su extraordinaria
combatividad y moral, me sentía una privilegiada, ya que eran y son la
vanguardia de la pelea por la liberación de todas las mujeres y un ejemplo para
las oprimidas y explotadas de todo el mundo. Un ejemplo que el imperialismo y
sus aliados quieren aplastar.
Conservo una foto con ellas y el recuerdo imborrable de unos
de los momentos más placenteros que viví en el Norte de Kurdistán: Cuando íbamos
con A. para entrevistar a las comandantas generales, me explicó que antes
quería pasar a saludar a unas amigas y que no demoraríamos mucho tiempo. En ese
momento me contó que una de ellas era una cantante famosa.
Cuando llegamos, sin previo aviso, las tres comandantas la
recibieron con gran algarabía y se levantaron para abrazarla; después me
presentó a cada una de ellas.
Sentada sobre la alfombra podía observarlas y escuchar sus
charlas, sin entender casi nada de lo que decían. En medio de tanta destrucción
y horror por la guerra podía ver la condición humana enaltecida en esas cuatro
amigas, que celebraban su encuentro con expresiones de alegría y afecto
entrañable.
Diría que esa mañana estaban felices. Y así evoco sus
sonrisas, sus miradas y la agradable sensación que me causaba ver el contacto
cálido que sostenían, tomándose las manos.
Antes de irnos, tuve la ocasión de hablar con la cantante
nacida en el Kurdistán iraní y preguntarle si sabía algo de Zeinep Celaliyan. Ella
se sorprendió que conociera la situación de esta compañera presa política.
Le dije que me había conmovido con la lectura de un artículo
que citaba una carta de Celaliyan, fechada en el 2011. Comentó que sabían que
estaba viva, pero en muy malas condiciones y preguntó si podíamos hacer algo por
ella en nuestro país.
Ya de regreso en Buenos Aires, celebramos en el Obelisco el
triunfo de Kobane (26 de enero 2015) y al poco tiempo supe que una de estas
comandantes -Siyaben Firat Cetin, nacida en el Kurdistán turco- había muerto en
combate, una semana antes de la victoria.
Dos meses después conocimos la noticia del fallecimiento de otra
de estas camaradas, la cantante y comandante guerrillera Viyan Peyman, que murió
en el campo de batalla en un pueblo del Cantón de Yazira, el 6 de abril.
El mundo debe saber que las bandas de mercenarios del ISIS son
una creación de la CIA, los servicios secretos del Estado Turco y el Mosad de
Israel. Y que las fuerzas del Estado Islámico, oscuras como su bandera, han
sido derrotadas por milicias kurdas de mujeres que luchaban con el mismo valor
que sus compañeros varones.
¡Que pena saber que estas compañeras ya no están! Sus vidas
fueron arrebatadas por las garras de las bestias fascistas, alimentadas por el
capital financiero internacional. Ellas, que combatieron por la humanidad, vivirán
en el recuerdo de su pueblo y de quienes apoyamos su lucha por la libertad, la
igualdad y el socialismo…
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