2014 quedará en
la historia como el año de la gran derrota sionista, porque Palestina, un
pueblo heroico que contó con una gran solidaridad internacional, hizo
retroceder a la bestia fascista, empujando la insurrección de todo Medio Oriente,
cuando la primavera árabe parecía terminar.
Hoy esos enfrentamientos
volvieron a aparecer, intensificándose y radicalizándose, creando las
condiciones para una nueva Intifada (Rebelión).
La muerte de Abu
Khudair, secuestrado por colonos judíos que le prendieron fuego, fue el
detonante de una oleada de enfrentamientos que parece no detenerse, asesinato que
se sumó a otros y a una ola de bombardeos contra los habitantes de la Franja de
Gaza.
Esto sucede, mientras
mueren cientos de palestinos y otros tantos son detenidos en Jerusalén Oriental
y Cisjordania, los principales focos de los enfrentamientos. En ese contexto,
durante el 13 de octubre -que se declaró como “Día de la Ira”- se multiplicaron
las acciones de lucha contra el sionismo.
La juventud
Palestina salió ese día -y continuó después- a enfrentar a los días a los
militares con sus gomeras, piedras, molotov y cuchillos. Mientras crecen las
tradicionales movilizaciones de masas, pequeños grupos de jóvenes o individuos
protagonizan múltiples enfrentamientos.
Estos jóvenes,
que pertenecen a la “generación perdida de Oslo” -como la definía un columnista
del diario Haaretz- expresan en las barricadas su enorme su bronca y
frustración, construyendo desde las bases una nueva y mucho más radicalizada
Intifada.
Es que, ni Hamas
ni la OLP -la organización del fallecido Arafat- parecen controlar o dirigir a
esta juventud, una realidad que fortalece a todo tipo de líderes locales, pero que
también impulsa la creativa espontaneidad del pueblo palestino.
Por esto, no es
casual que las encuestas muestren que
57% de la población apoya la posibilidad de una Intifada, pero de
carácter armado, mientras que el 51% se opone a la salida pactada en los
acuerdos de Oslo por la OLP. Allí se había resuelto la coexistencia entre los
dos estados: uno judío y otro palestino.
Por la destrucción del estado sionista
En las últimas
semanas el primer ministro israelí ha dictaminado varias medidas de excepción
con propósito de afrontar la Intifada, como la posibilidad de concederles
licencias de armas más rápida y fácilmente a los reaccionarios colonos
israelíes, que son vanguardia en la política sionista de desalojo y ocupación
de las tierras palestinas.
Otras de las
medidas del gobierno ha sido autorizarles a las fuerzas de seguridad la
retención de los cadáveres de los atacantes abatidos, de manera de impedir que
los homenajes se transformen en multitudinarias movilizaciones de protesta.
Israel es un
estado impuesto por la fuerza por el imperialismo para detener y derrotar la
revolución en Medio Oriente a través de una política de amedrentamiento y
guerras continuas; por es no existe ninguna posibilidad de coexistir
pacíficamente con semejante engendro.
Para derrotar
sus políticas, la nueva Intifada debe proponerse su total y absoluta
destrucción, dando lugar a la construcción de un Estado Palestino Laico,
Democrático y No Racista, en el cual puedan vivir los judíos dispuestos a
aceptarlo y a convivir en paz.
La Intifada debe
apuntar sus cañones en contra del responsable central de la miseria, represión
y hambre que vive el pueblo palestino: el imperialismo, porque es el único y
principal sostén de Israel y de los regímenes más reaccionarios de Medio
Oriente.
Por eso, los
jóvenes, las mujeres, los trabajadores y el pueblo pobre de Palestina debe unir
su lucha con la que están llevando adelante las masas que enfrentan a los
gobiernos lacayos del imperialismo: Bashar en Siria, Rohuani en Irán, Erdogan
en Turquía, Barzani en el Kurdistán Irakí, etc.
Los palestinos tendrían
que jugarse a coordinar con las milicias kurdas que están al frente de la guerra
contra las bandas fascistas de Isis y Al Qaeda, que no por casualidad son
financiadas por los estados de Turquía e Israel.
Esta unidad de
acción debería extenderse a los trabajadores turcos, irakíes e iraníes que
están protagonizando huelgas contra sus respectivos gobiernos, planteándole un
objetivo estratégico común -sin el cual no habrá liberación nacional ni
satisfacción de las necesidades elementales- la construcción de una Federación
de Estados Socialista de Medio Oriente.
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