sábado, 14 de noviembre de 2015

¡Hipócritas! Dejaron correr el repudiable atentado de París para justificar una declaración de guerra contra los inmigrantes y los trabajadores europeos

Justo en el momento en que se perpetraban los ataques terroristas que dejaron casi doscientos muertos en Francia, las autoridades turcas comenzaban a recibir a los líderes de las mayores economías mundiales -nucleados en el G20- para llevar adelante una reunión de ese organismo en un ressort de la costa mediterránea, en la zona de Antalya.

Los representantes de EE.UU., Rusia, Canadá, China, Japón, Australia, Francia, Italia, Brasil o Argentina, que repudiaron “enérgicamente” lo sucedido en París, no tuvieron problemas de conciencia en desembarcar en el principal estado terrorista de la OTAN, cuyos servicios secretos sostienen a las bandas del Estado Islámico y otros grupos. 

Fueron a Turquía a pesar de que saben que más de dos mil agentes de ese país estuvieron a cargo -junto con oficiales del Mossad, Qatar, Arabia Saudita y otras monarquías árabes- del entrenamiento de las bandas de ISIS y demás organizaciones mercenarias que combaten en Siria, Irak, Libia o meten bombas en Europa.

Ninguno de estos hipócritas se negó a abrazar a los cómplices turcos del atentado de ISIS, que antes de matar a doscientos en París había asesinado a más de cien en Ankara. Tampoco fueron capaces de condenar la represión del pueblo kurdo de Silvan, que estado mediante, está siendo masacrado por el ejército y patotas ligadas al Estado Islámico.

Todos estos, que lloran a “moco partido” por las víctimas de París, fueron a Turquía a legitimar a quienes vienen de ganar las elecciones de manera fraudulenta, apoyándose en el estado de sitio en todo el territorio kurdo, los bombazos y las movilizaciones fascistas contra la izquierda y la detención de decenas de periodistas críticos.

Los que están en la reunión del G20 conocen, mejor que nadie, que los combatientes de ISIS son atendidos en los hospitales de ciudades turcas -como Gaziantemp- una política parecida a la que lleva adelante el estado sionista de Israel, que usa sus propias dependencias sanitarias para curar a los heridos del Frente Al Nusra o Al Qaeda.

Ninguno de estos líderes del capitalismo en decadencia ha tenido reparos en viajar a un país, cuyo gobierno -con la venia de EE.UU. Francia y Alemania.- impuso una “zona tapón” entre Jarablus y Kobane, para evitar que se corte el flujo de armas y combatientes de las bandas islamitas reaccionarias que combaten en Siria.

Ninguno de estos mafiosos internacionales declaró su espanto frente a los bombardeos de Rusia, que lejos de combatir al Estado Islámico envió aviones a Siria para sostener al carnicero Bashar Al Assad, repudiado por cientos de miles de compatriotas que lo enfrentan o se han visto obligados a emigrar a Turquía y Europa.

Los imperialistas no van a combatir a los terroristas, porque los necesitan para ayudarlos a balcanizar Medio Oriente, impulsar divisiones entre los pueblos, justificar intervenciones militares y profundizar políticas represivas contra sus propios trabajadores e inmigrantes, la mayoría de los cuales proviene del Norte de África o Medio Oriente. 

Hollande y el resto del imperialismo se valen de ISIS para confundir a las clases medias y otros sectores sociales con el propósito de ganar consenso, justificar y legitimar la imposición de “medidas de excepción” contra los trabajadores y el pueblo pobre, como el cierre de las fronteras o la limitación de las libertades democráticas.

Con estas normas reaccionarias cualquiera puede ser sospechado de terrorista: los kurdos que luchan por sus derechos, los estudiantes italianos que repudian las reformas educativas, los griegos que van a la huelga general, los obreros portugueses que acaban de tumbar al gobierno derechista y un largo etcétera de ejemplos similares.

Las medidas de excepción, como el “Acta Patriótica” que impuso Bush luego del ataque a las Torres Gemelas -y mantuvo Obama- tienen el propósito de frenar el ingreso de inmigrantes del Norte del África y Medio Oriente y aplastar la movilización de los trabajadores a través del miedo y la represión a gran escala.

Es que los dueños del mundo encaran la crisis capitalista terminal que recorre el planeta con la única receta que conocen: hacerles pagar los platos rotos de la misma a los de abajo, imponiendo salarios esclavistas, ritmos de producción feroces, la pérdida de la mayoría de los puestos laborales y la liquidación de la mayoría de las conquistas.

Los socialistas repudiamos el atentado de París, como lo hicimos cuando atacaron la revista Charlie Hebdo. Sin embargo tenemos la obligación de denunciar a sus verdaderos responsables y convocar a los pueblos a combatirlos: ¡El imperialismo -como sucedió con las Torres Gemelas- está detrás de todo esto!

Los trabajadores, estudiantes e inmigrantes de Francia tienen que descubrir y castigar a los culpables del atentado. Sin embargo no habrá manera de hacerlo sin encarar las investigaciones de forma independiente del estado, detrás del cual están quienes dejaron correr o alentaron este ataque criminal.

Las organizaciones obreras, populares, combativas y democráticas de Francia y todo Europa deben, al mismo tiempo, coordinar acciones de lucha nacionales y continentales para derrotar las medidas de excepción, el cierre de las fronteras, los ataques a los inmigrantes y cualquier restricción a los derechos y libertades democráticas.


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