Justo en el momento en que se perpetraban los ataques
terroristas que dejaron casi doscientos muertos en Francia, las autoridades
turcas comenzaban a recibir a los líderes de las mayores economías mundiales -nucleados
en el G20- para llevar adelante una reunión de ese organismo en un ressort de
la costa mediterránea, en la zona de Antalya.
Los representantes de EE.UU., Rusia, Canadá, China, Japón,
Australia, Francia, Italia, Brasil o Argentina, que repudiaron “enérgicamente”
lo sucedido en París, no tuvieron problemas de conciencia en desembarcar en el
principal estado terrorista de la OTAN, cuyos servicios secretos sostienen a
las bandas del Estado Islámico y otros grupos.
Fueron a Turquía a pesar de que saben que más de dos mil
agentes de ese país estuvieron a cargo -junto con oficiales del Mossad, Qatar,
Arabia Saudita y otras monarquías árabes- del entrenamiento de las bandas de
ISIS y demás organizaciones mercenarias que combaten en Siria, Irak, Libia o
meten bombas en Europa.
Ninguno de estos hipócritas se negó a abrazar a los cómplices
turcos del atentado de ISIS, que antes de matar a doscientos en París había
asesinado a más de cien en Ankara. Tampoco fueron capaces de condenar la represión
del pueblo kurdo de Silvan, que estado mediante, está siendo masacrado por el
ejército y patotas ligadas al Estado Islámico.
Todos estos, que lloran a “moco partido” por las víctimas de
París, fueron a Turquía a legitimar a quienes vienen de ganar las elecciones de
manera fraudulenta, apoyándose en el estado de sitio en todo el territorio
kurdo, los bombazos y las movilizaciones fascistas contra la izquierda y la
detención de decenas de periodistas críticos.
Los que están en la reunión del G20 conocen, mejor que
nadie, que los combatientes de ISIS son atendidos en los hospitales de ciudades
turcas -como Gaziantemp- una política parecida a la que lleva adelante el
estado sionista de Israel, que usa sus propias dependencias sanitarias para
curar a los heridos del Frente Al Nusra o Al Qaeda.
Ninguno de estos líderes del capitalismo en decadencia ha
tenido reparos en viajar a un país, cuyo gobierno -con la venia de EE.UU.
Francia y Alemania.- impuso una “zona tapón” entre Jarablus y Kobane, para
evitar que se corte el flujo de armas y combatientes de las bandas islamitas
reaccionarias que combaten en Siria.
Ninguno de estos mafiosos internacionales declaró su espanto
frente a los bombardeos de Rusia, que lejos de combatir al Estado Islámico envió
aviones a Siria para sostener al carnicero Bashar Al Assad, repudiado por
cientos de miles de compatriotas que lo enfrentan o se han visto obligados a
emigrar a Turquía y Europa.
Los imperialistas no van a combatir a los terroristas,
porque los necesitan para ayudarlos a balcanizar Medio Oriente, impulsar divisiones
entre los pueblos, justificar intervenciones militares y profundizar políticas
represivas contra sus propios trabajadores e inmigrantes, la mayoría de los
cuales proviene del Norte de África o Medio Oriente.
Hollande y el resto del imperialismo se valen de ISIS para confundir
a las clases medias y otros sectores sociales con el propósito de ganar
consenso, justificar y legitimar la imposición de “medidas de excepción” contra
los trabajadores y el pueblo pobre, como el cierre de las fronteras o la
limitación de las libertades democráticas.
Con estas normas reaccionarias cualquiera puede ser
sospechado de terrorista: los kurdos que luchan por sus derechos, los estudiantes
italianos que repudian las reformas educativas, los griegos que van a la huelga
general, los obreros portugueses que acaban de tumbar al gobierno derechista y
un largo etcétera de ejemplos similares.
Las medidas de excepción, como el “Acta Patriótica” que
impuso Bush luego del ataque a las Torres Gemelas -y mantuvo Obama- tienen el
propósito de frenar el ingreso de inmigrantes del Norte del África y Medio
Oriente y aplastar la movilización de los trabajadores a través del miedo y la
represión a gran escala.
Es que los dueños del mundo encaran la crisis capitalista
terminal que recorre el planeta con la única receta que conocen: hacerles pagar
los platos rotos de la misma a los de abajo, imponiendo salarios esclavistas, ritmos
de producción feroces, la pérdida de la mayoría de los puestos laborales y la
liquidación de la mayoría de las conquistas.
Los socialistas repudiamos el atentado de París, como lo
hicimos cuando atacaron la revista Charlie Hebdo. Sin embargo tenemos la
obligación de denunciar a sus verdaderos responsables y convocar a los pueblos
a combatirlos: ¡El imperialismo -como sucedió con las Torres Gemelas- está
detrás de todo esto!
Los trabajadores, estudiantes e inmigrantes de Francia
tienen que descubrir y castigar a los culpables del atentado. Sin embargo no
habrá manera de hacerlo sin encarar las investigaciones de forma independiente
del estado, detrás del cual están quienes dejaron correr o alentaron este
ataque criminal.
Las organizaciones obreras, populares, combativas y
democráticas de Francia y todo Europa deben, al mismo tiempo, coordinar acciones
de lucha nacionales y continentales para derrotar las medidas de excepción, el
cierre de las fronteras, los ataques a los inmigrantes y cualquier restricción a
los derechos y libertades democráticas.
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