martes, 11 de enero de 2011

Nuevo magnicidio en la casa del Tío Sam / ¿Un loco suelto en Arizona? (foto: Jesse Kelly, candidato republicano quien había declarado que la mejor manera de acabar con Giffords era "descargándole un cargado de su M16 en el cuerpo..."

El día 8 de enero, durante un acto callejero en la ciudad de Tucson (estado de Arizona), hirieron gravemente a la senadora demócrata Gabrielle Giffords y asesinaron a otras seis personas. Entre ellas una nena de 9 años.

Esta legisladora era conocida por enfrentar las leyes anti-inmigratorias aprobadas por la Gobernadora de Arizona, la republicana Jan Brewer, responsable de desatar una verdadera cacería humana contra los inmigrantes.

Los sin papeles vienen de protagonizar importantes luchas en las principales capitales de Estados Unidos. El 1 de mayo de 2005 millones ganaron las calles, acompañados por trabajadores yankis, conmemorando el día de los trabajadores.

Bush intensificó las leyes anti-inmigratorias, que continúan en el gobierno de Obama, con el propósito de enfrentar la posibilidad de que las mejores tradiciones del movimiento obrero mundial se les cuelen por el patio trasero.

Ya sea a manos de los Rangers (policías fronterizos) o por el calor del desierto, se calcula que murieron más de treinta mil latinoamericanos que intentaron ingresar a los EE.UU. vía México.

¿Un loco suelto en Arizona?

Desde los medios yankis están difundiendo el perfil psicológico del agresor, explicando que se trata de un loco, que influenciado por las películas violentas, habría querido tener su minuto de atención y de fama.

Sin embargo esta versión es difícil de creer, especialmente en un país donde el magnicidio (asesinato de personalidades) es parte habitual de las prácticas políticas: Abraham Lincoln, J. F. Kennedy, Martin Luther King, John Lennon y una larga lista…

El estado yanky, gendarme de los intereses imperialistas más concentrados, permanece en estado de guerra permanente contra los pueblos del mundo, única manera de mantener la tasa de ganancias.

Por esta razón, la misma represión que ejerce a otras naciones, debe aplicarla fronteras adentro para disciplinar a su propio pueblo. Para los políticos estadounidenses ¡La represión y la violencia constituyen una política de Estado, como también las prácticas racistas!

Desde Barack Obama hacia abajo, todos educan e incitan al pueblo en ese sentido. Los derechistas del Tea Party, llamando a masacrar a los indocumentados, pero también los demócratas progresistas, que desde la jefatura del estado nacional permiten y facilitan el accionar de las guardias fascistas fronterizas.

Barak Obama, Sarah Palin, George Bush… todos son responsables del atentado contra Gabrielle Giffords y de la muerte de los miles de inmigrantes latinoamericanos, la mayoría de los cuales ni siquiera llegan a pisar la frontera, porque son asesinados en México por el ejercito de Felipe Calderón y las bandas parapoliciales.

Obama, Palin, Bush y compañía han alimentado durante años, de una u otra manera, las enseñanzas que nutrieron la vida de personajes como el que disparó contra la senadora demócrata.

Sin embargo, la mayoría de ellos no fueron juzgados por la justicia yanki, sino premiados por el departamento de estado debido a los servicios prestados en Vietnam, Camboya, Colombia, Irak o Afganistán, matando o torturando luchadores o simples ciudadanos sospechados de atentar contra los intereses del imperio.

Los yankis, que todavía mantienen el ignominioso campo de concentración de Guantánamo y cientos de cárceles ilegales a lo largo y a lo ancho del planeta, donde practican las peores torturas, acaban de beber una porción del veneno que se han encargado de desparramar por el todo mundo.

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