Crisis económica mundial, una nueva oportunidad para los revolucionarios
La crisis económica mundial, con epicentro en los Estados Unidos, ha ingresado en su fase más explosiva desde septiembre del 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers provocó una reacción en cadena, poniendo al conjunto de la economía capitalista al borde del colapso.
La puesta en práctica de una gigantesca operación de rescate para salvar a los bancos y corporaciones, impulsada por el imperialismo yanki e imitado por los gobiernos de las principales potencias de Europa y Asia, desembocó en el endeudamiento sin precedentes de los Estados y una crisis inaudita por incapacidad de pago que involucra a varios países del primer mundo.
El Imperialismo trata de frenar la crisis
El ex presidente Bush interpretó mejor que nadie que la bancarrota capitalista solo sería evitada con el aumento de la explotación de las masas de todo el mundo. Con el pretexto de vengar los ataques a las Torres Gemelas en 2001, encabezó los despliegues militares en Irak y Afganistán, que dieron comienzo a una guerra global contra la clase trabajadora y los pueblos oprimidos de todo el mundo. Lejos de ser una guerra preventiva contra el terrorismo islámico, los imperialistas apostaron a que semejante demostración de fuerzas permitiría un aumento de la extracción de plusvalía a ritmos similares a los que venía aplicando China.
Pero los yankis y sus socios de la OTAN no tardaron en comprobar que la ofensiva militar, lejos de desanimar a las masas, las impulsó hacia delante. Como lo demuestran las derrotas yankis en Medio Oriente, no alcanza con tener el ejército mejor equipado, si el enemigo cuenta con la simpatía de los oprimidos de todo el mundo.
A pesar de la derrota militar, cuando cayó el cuarto banco de inversión más importante del mundo, el Lehman Brothers, la mayoría de los analistas burgueses sostuvieron que se trataba de una crisis pasajera. La monumental emisión de moneda, por parte de los bancos centrales para rescatar al sistema financiero implicó la inyección de por lo menos 8 billones de dólares, mientras que los ingresos fiscales del Grupo de los 7 países más desarrollados del mundo (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón.) son de 10 billones.
También apostaron que China, al estar “desacoplada” del circuito financiero occidental, podría constituirse como la “locomotora” que arrastre al resto del capitalismo, salvando al sistema de la debacle. Sin embargo estos deseos se esfumaron como humo cuando el país asiático entró también en crisis. Ante la constricción de los mercados debido a la recesión en Europa, EE.UU. y Japón (principales destinos de sus productos) China perdió 20 millones de puestos de trabajo, principalmente en las industrias vinculadas a la exportación.
Los despidos masivos generaron una oleada de huelgas y puebladas que recorrieron al gigante asiático. E hicieron entrar en pánico al gobierno del Partido Comunista que, para frenar el descontento generalizado, se vio obligado a estimular el mercado interno, otorgando créditos para consumo a través del banco estatal (2,7 billones de dólares). Los préstamos de 17.5 billones de yuanes en 2009 y 2010 equivalen a la cuarta parte del PIB chino durante ese mismo período. Este paliativo lejos de frenar la crisis la potencia, ya que provocó una sobrecapacidad en la industria, el alza de la inflación y una montaña de deudas impagables.
Tampoco el Gran Hermano del norte puede constituirse en una locomotora que rescate al capitalismo. La calificadora de riesgo Standard Pours, por primera vez en la historia, puso en duda la capacidad de pago de la deuda pública de EEUU. Si Obama no es capaz de reducir el déficit fiscal, la deuda es de 14,2 billones de dólares y representa el 92,8% de la producción, en 2012 llegará al 101,4% del PBI. Y si hablamos de fracasos estrepitosos, Europa se lleva el primer puesto.
El límite para el endeudamiento público, impuesto por el Tratado de Maastricht de la Unión Europea, es el 60 por ciento del PBI. Pero los expertos prevén que en 2012 la mayoría de los países se situarán en valores muy superiores, como Alemania con un 82 por ciento, Francia con un 100,2 por ciento e Italia con un 133 por ciento. En la eurozona el valor medio alcanzará el 96,3 por ciento. Ni que hablar de Portugal, Irlanda, Grecia y España, los llamados PIGS (cerdos, por su traducción del ingles) que entraron muy pronto en cesación de pagos.
Algo similar ocurre en Latinoamérica, donde los gobiernos de Brasil y Argentina hipotecaron las arcas del Estado para estimular las economías mediante créditos para el consumo y la vivienda. Pero el dinero se está acabando y no hay señales de que la recesión mundial acabe pronto. Esta es la situación terminal, sin salida, de un capitalismo agónico que para sobrevivir necesita crecer, y no puede crecer sin producir, al mismo tiempo que no puede producir porque justamente sufre una crisis de superproducción.
Planes de austeridad y resistencia obrera y popular
Durante el rescate de los bancos, cuando el imperialismo aplicó a escala planetaria la socialización de las pérdidas incrementando las deudas públicas, hubo quienes pronosticaron una respuesta limitada de la clase obrera, que estaría imposibilitada de responder con medidas unificadas y a la altura de la magnitud del ataque de los gobiernos. Por el contrario, la aplicación del ajuste mundial lanzados por los gobiernos europeos para reducir los enormes déficit públicos desataron manifestaciones multitudinarias, huelgas y protestas. Hasta los sindicatos más conservadores fueron empujados por las bases obreras a convocar medidas contra los gobiernos.
En el 2010 se contabilizaron 20 huelgas generales en el viejo continente, 10 en Grecia, 5 en Francia, 1 en España, 2 en Portugal, 2 en Italia y numerosos paros de sindicatos nacionales (estatales, aeronáuticos, transportes, automotrices, entre otros). Como así también en Inglaterra (subtes, empleados públicos, aeroportuarios), Alemania (ferroviarios, pilotos), Bélgica (controladores Aéreos), Irlanda ( pilotos), Suecia (pilotos) y Polonia ( inquilinos), etc.
La clase trabajadora europea, por ser la de mayor tradición de lucha del movimiento obrero mundial, influenció favorablemente la pelea de los trabajadores latinoamericanos, registrándose éste año las primeras rebeliones y huelgas generales contra los gobiernos “izquierdistas” de Bolivia y Uruguay. También en Perú crecen las protestas, además del endurecimiento del ascenso obrero en la Argentina. Con el crecimiento de las luchas obreras y estudiantiles en Méjico y Chile, entran en esta misma sintonía dos de los países más estables de la región.
Todo esto repercutió de manera directa en los estallidos revolucionarios de África del Norte. A partir de los primeros triunfos de las revoluciones democráticas en Egipto y Túnez a comienzos de este año, la exacerbación de la lucha de clases se extiende a toda la región árabe, incluida Palestina. En Estados Unidos, el año pasado, las empresas habían tenido las ganancias más altas en los últimos 50 años. Por esta razón, más de uno creyó que la clase obrera yanki había sido aplastada y que el imperialismo empezaba a salir de la crisis económica.
Sin embargo, contra todas las predicciones, durante el mes de febrero en Madison, la capital del estado de Wisconsin, fue el escenario del despertar del movimiento obrero yanki, tras 75 años de pasividad. Bajo el lema “de pie como los egipcios” decenas de miles de trabajadores se declararon en huelga y rodearon Congreso de Wisconsin para luchar contra una legislación que busca liquidar los sindicatos para reducir los puestos de trabajo e imponer una mayor flexibilización. Esta manifestación dio comienzo a un movimiento de solidaridad que se extendió desde Nueva York hasta Los Ángeles
La hora de la Revolución Socialista
La tenaz resistencia de las masas a los planes de ajuste es el anticipo de nuevos estallidos y crisis políticas de dimensiones nunca vistas, tanto por la profundización de los procesos como por su extensión a todos los países del mundo. Se avecinan tiempos de gran inestabilidad social, donde no faltarán gobiernos, que diciéndose socialistas, engañen a los pueblos y se propongan construir un capitalismo más humano. Y valgan como ejemplo los gobiernos latinoamericanos, especialmente los de Hugo Chávez y los hermanos Castro, que se arrogan ser el socialismo del siglo XXI, pero aplican el ajuste igual que Barak Obama o Nicolas Sarkozy.
La tarea de acabar con el capitalismo y sus lacras no estará en manos de estos falsos profetas sino de la clase obrera mundial, acaudillando a las masas empobrecidas y demás sectores oprimidos de la población hacia la única salida posible frente a la crisis capitalista, la construcción del verdadero socialismo. Los revolucionarios tenemos el gran desafío de ponernos al frente de esas luchas para dotarlas del programa socialista.
Para eso, desde CS acabamos de dar un pequeño pero significativo paso, la puesta en marcha de una corriente internacional junto a los compañeros del MR de Brasil (ver nota), con quienes coincidimos en la necesidad de empalmar con otros revolucionarios para encarar este enorme desafío .
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