viernes, 26 de agosto de 2011

Argentino combatiente en Libia saluda a Convergencia Socialista

Desde Trípoli Emmanuel Piaggesi, el jóven argentino que fue a combatir junto a las milicias libias, luego de hablar para Clarín a través de un extenso reportaje, saludó a Convergencia Socialista, agradeciéndonos por la adhesión que enviamos a los revolucionarios que luchan contra la dictadura de Kadafi.

Este saludo nos enorgullece y ratifica nuestra decisión de seguir reclamándole al conjunto de la izquierda, fundamentalmente a las organizaciones más importantes de nuestro país y del mundo, que no dejen a las milicias a merced de la OTAN y demás contrarrevolucionarios que están en ese territorio disputando la dirección del proceso revlucionario abierto.

La izquierda debe pelear la dirección del pueblo en armas libio, que no se doblegará fácilmente frente a las órdenes de los imperialistas, ya que están ejerciendo el derecho democrático a tumbar una dictadura de la manera más concreta y eficaz, con sus armas en las manos. Nos ponemos a disposición de Emmanuel y de todos los luchadores consecuentes que allá en territorio libio pelean contra Kadaffi, pero también contra la ingerencia del imperialismo a través de la OTAN y sus alcahuetes locales dentro y fuera del gobierno “transicional”.

Reportaje: “El chico está más maduro, habla con más solvencia y se para de otro modo. El cordobés Emmanuel Piaggesi apareció hace meses por Bengazi, cuando comenzaba la revolución en febrero pasado, con una computadora que apenas funcionaba y presentándose como estudiante de periodismo. Al poco tiempo, descubrimos que este chico de 23 años se había sumado a los rebeldes y ya andaba con algo de uniforme como iban ellos por entonces, con la casaca o el pantalón camuflados, y tenía su Kalashnikov con el que combatió cerca de Ajdabiya.

Por entonces, Clarín lo entrevistó en el Centro de Prensa que habían montado los revolucionarios en los edificios públicos de la capital rebelde. Ahí aclaró un poco su relato. No era estudiante de periodismo sino un docente de una escuela técnica mendocina de nivel primario que venía de unos meses en los territorios palestinos trabajando con una agencia de asistencia cristiana y quería acompañar la rebelión libia.

Lo encontré sorpresivamente ayer en lo que queda del búnker de Kadafi en Trípoli. Se acercó él para saludar y terminó en un abrazo. Hacía meses que no lo veía y no sabía si seguía vivo o cómo. Está igual de delgado, esta vez con uniforme más completo y con su Kalashnikov al hombro.

“La verdad es me han pasado cosas. Estuve en combates, perdí a muchos amigos, es duro esto, pero llegamos a Trípoli”…
(Comenta por lo que era entonces, cuando nos conocimos, el sueño de casi todos aquí, también de los periodistas: poder cerrar la historia en su final).

¿Qué pasó en esos combates? De todo, siempre es bravo.
¿Pero vos estás bien? Sí, claro, me hirieron en un costado, me pegaron las esquirlas de un cohete. Fue leve, las heridas se fueron. (Muestra la pierna derecha donde pegó el impacto, la cintura y también la sien. No tiene marcas, aunque dice que algo dejó el incidente en el tobillo. Cuenta que durante estos meses en el frente tuvo otro tipo de crisis).

Me sentí incómodo, entonces paré para pensar un poco en lo que estaba haciendo -¿Incómodo en qué sentido? Ideológicamente. La llegada de la OTAN hizo que mucha gente con buenas intenciones defendiera a la dictadura. Y vos sabés lo que es esta dictadura.

¿Y qué hiciste? Me fui un mes. A la Argentina no. Estuve un mes en Egipto, por ahí, quería pensar. Y decidí volver porque yo creo en la gente que estuvo todo el tiempo conmigo. Volví por ellos y no me arrepiento.
¿Estuviste mucho en el frente? Sí, pero nunca vi un ataque de la OTAN. Me salvé de eso. El único que vi fue cuando destruyeron 30 camionetas de los rebeldes.
¿Dijeron que se equivocaron? Bueno, que se equivocaron habrá que verlo.
¿Cuál es tu plan desde ahora? Vine a Trípoli con mi gente hace unos cuatro días, pero nos vamos esta noche o mañana temprano.
¿Adónde? A Sirte, ahora hay que combatir allá.

Sirte, a unos 500 kilómetros de aquí, es la ciudad natal del dictador que aún sigue en manos de tropas leales al régimen. Emmanuel se marcha rápido pero antes cuenta que está con ganas de volver a Argentina. Pero se las tiene que arreglar para el pasaje. Me pide que no relate nada sobre eso porque la última vez que pidió algo por medio de la prensa –un chaleco antibalas– finalmente se lo compró su padre y se lo envió.

Sí pide mandar saludos a sus alumnos de la escuela técnica y a Convergencia Socialista, un grupo al que dice no pertenecer pero que le cae bien que haya enviado su adhesión a la causa de estos revolucionarios.

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