sábado, 10 de septiembre de 2011

A 38 años del Pinochetazo / Las luchas cuestionan la vieja constitución pinochetista

En medio de grandes luchas obreras, populares y estudiantiles Chile recordará otro nuevo aniversario del golpe militar de Pinochet, que terminó con el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende y abrió la etapa más trágica de la historia chilena.

La Unidad Popular gobernó a partir de 1970 soportando otro gran ascenso de la clase obrera, que se armó y organizó a través de los Cordones Industriales, coordinadoras muy parecidas a los soviets rusos: Los trabajadores de Chile, al igual que los del país de Lenin y Trotski, respetaban más a sus instituciones de base que a las del régimen, una situación que los marxistas caracterizamos como de “doble poder”.

A comienzos de 1973 Chile vivía en crisis y bajo presión del imperialismo estadounidense, que reclamaba el desarme de la clase obrera y el fin de las expropiaciones. Allende, en vez de enfrentar a los yanquis apoyándose en los obreros, les cedió, planteando una alianza con la derecha -Democracia Cristiana- y las fuerzas armadas. Famoso fue el discurso en el que defendió a Pinochet diciendo que era un “militar democrático…”

Con esta línea Allende y su Partido Socialista, junto al Partido Comunista y otras fuerzas menores obligaron al movimiento obrero a devolver las fábricas expropiadas, a entregar las armas y permitir las requisas. Muchos rechazaron estas órdenes, pero no contaron con la fuerza suficiente para detener el golpe del 11 de setiembre de 1973, que se había gestado gracias a la política canallesca del reformismo.

Las fuerzas armadas, apoyadas por la embajada de los Estados Unidos y la movilización de sectores medios de la población, impusieron una dictadura contrarrevolucionaria, tan fuerte que metieron una constitución que aún continúa vigente.

La llegada de la “democracia” no significó más que cambios cosméticos en el marco de preservar la constitución y el poderío militar, que se mantuvo casi intacto gracias a la política de los gobiernos de la Concertación (Socialistas y Demócratas Cristianos) y el actual de Piñera.

Pero las cosas están cambiando gracias a las luchas obreras y populares que están poniendo en jaque a Piñera, cuestionando la herencia dictatorial. Por eso no es casualidad que cada vez se escuchen más voces reclamando una Asamblea Constituyente, el mecanismo institucional que se necesita para modificar o cambiar de cuajo a la constitución.

A 38 años del golpe de Pinochet millones entienden que no habrá salida para los problemas actuales de los trabajadores, estudiantes y los distintos sectores populares sin producir cambios profundos, asumiendo que estos comenzarán el día en que las mayorías puedan discutir y votar una nueva constitución al servicio de los de abajo.

La pelea por la constituyente es el homenaje que en los hechos están haciéndole las masas a los caídos el 11 de setiembre.

Para reivindicar los ideales socialistas de esos/as miles de chilenos y chilenas que fueron asesinados y torturados por la dictadura hay que construir una dirección revolucionaria, que además de convocar a la lucha contra el gobierno de Piñera y por la constituyente, enfrente a las conducciones reformistas, encarnadas por el Partido Comunista y el Partido Socialista.

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