EL 12 de abril, de acuerdo al plan de paz
diseñado por la ONU y la Liga Árabe, tendría que haber comenzado el cese del
fuego decretado para Siria. Sin embargo durante todo este tiempo la dictadura
de Bashar Al Assad mantuvo su política criminal, masacrando a los trabajadores
y el pueblo que la enfrentan en las calles.
La provincia de Homs, que es el centro de la
resistencia al dictador, ha sido una de las zonas más castigadas. Tal es así
que en las últimas 48 horas, según lo atestigua la prensa internacional, más de
120 personas fueron asesinadas allí por las fuerzas represivas del régimen.
Desde que comenzó el levantamiento contra la
dictadura, en el mes de marzo de 2011, más de 10.000 sirios fueron asesinados,
30.000 tuvieron que refugiarse en Líbano y Turquía. Y se calcula que otros
200.000 han sido desplazados hacia el interior del país.
A pesar de este verdadero genocidio y de la
complicidad de las potencias imperialistas, el sionismo y la Liga Árabe (que se
dedican a emitir declaraciones sin aplicar ningún tipo de represalia) el
dictador está cada vez mas débil y aislado. Es que el pueblo sirio, más allá de
las circunstancias, se mantiene en pie y continúa enfrentando - armas en manos
- al gobierno.
La debilidad
de Al- Assad obligó a la intervención de la misión de paz de la ONU, que no pretende democratizar el país,
sino estabilizarlo, para que la situación no avance hacia una verdadera
revolución obrera y popular. Los imperialistas y las burguesías Árabes quieren
impedir que en Siria ocurra lo mismo que en el norte de África, donde las
insurrecciones tumbaron a las dictaduras de Túnez, Yemen, y Egipto.
Pero sobre todo quieren evitar que se repita
lo de Libia, el país de las milicias que acabaron con el régimen y ajusticiaron
a Gadafi. Más allá de los límites de la revolución libia, se transformó en un
ejemplo que caló hondo entre las masas de la región, un ejemplo que asusta a
los gobiernos patronales, incluido el de Israel, que no por casualidad apoyó a
Gadafi.
Los trabajadores y los pueblos de todo el
mundo que luchamos contra los planes de hambre y represión de nuestros
respectivos gobiernos, debemos movilizarnos contra la dictadura genocida de Al-
Assad, en solidaridad con los trabajadores y el pueblo de Siria.
La izquierda, principalmente los trotskistas,
debería ponerse en la primera fila de este combate, organizando todo tipo de
acciones a favor de la resistencia, tomando también el ejemplo de las milicias
y los trabajadores libios, que organizaron brigadas para combatir al tirano
Al-Assad.
Lamentablemente la mayoría de las
organizaciones que se reivindican socialistas o revolucionarias están
contribuyendo al aislamiento internacional que los imperialistas, por un lado,
y los amigos de Al-Assad (como Castro o Chávez) por el otro, han organizado, de
manera de evitar la solidaridad obrera y popular.
Este aislamiento y la falta de respuesta por
parte de la izquierda es, en los hechos, el mejor regalo para los burgueses
sirios y el propio imperialismo, que sin la competencia de los revolucionarios,
estarán en inmejorables condiciones de desviar el curso de la revolución.
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