Para impedir que se generalice y
radicalice, el gobierno de Dilma y todos sus prefectos –intendentes-
respondieron con una feroz represión, que dejó varios heridos y detenidos. La bronca
popular es la respuesta al ajuste y las pésimas condiciones de la
infraestructura de transportes -trenes y colectivos superpoblados, accidentes,
robos, faltas de frecuencias, etc- que padece el pueblo brasilero.
Al igual que en la Argentina, el
crecimiento urbano y la expansión de las grandes ciudades no fue acompañado por
una inversión estatal en el sector –la tragedia de Castelar lo demuestra
contundentemente– dejando como resultado una saturación de la demanda, que es lo
mismo que decir que la gente viaja como ganado.
Al mismo tiempo esta situación se agravó
debido a la contratación de empresas privadas para la concesión de los servicios,
ya que las patronales privadas se han dedicado a saquear a los pasajeros y al
estado –cobrando subsidios– sin poner sin poner un solo peso para resolver el
problema. ¡Un negocio redondo que brinda el capitalismo en esta época de crisis
terminal!
Debido a todo esto la situación brasilera
está comenzando a ponerse en sintonía con el resto del continente, porque la
clase obrera y el pueblo de nuestro vecino país –que viene de dar luchas muy
importantes en la construcción, correos, bancarios, estatales y otros gremios–
está ingresando a una nueva etapa de la pelea contra los planes el gobierno.
Está ganando las calles masivamente contra los
tarifazos del transporte, que es el más caro de la región; una buena noticia
para el proletariado y los pueblos latinoamericanos que enfrentan las políticas
de ajuste y saqueo de los amigos de Dilma. ¡Una lucha que los socialistas
debemos alentar en la perspectiva de derrotar el plan de ajuste y saqueo del
gobierno del PT!
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