Turquía está siendo testigo de una de las
movilizaciones más impresionante de los últimos tiempos, desatada como respuesta a la furiosa
represión que el gobierno de Erdogan dirigió contra los manifestantes que
trataban de impedir la demolición del parque Gezi en Estambul, un espacio verde
en el cual el gobierno pretende construir un Shopping.
El impacto de la represión dejó un saldo de 4 muertos, miles de heridos y cientos de detenidos incluyendo a usuarios de redes sociales y abogados defensores de los manifestantes, desencadenando una ola de solidaridad en todo el país mediante movilizaciones masivas en Estambul, Ankara, Izmir y otras ciudades.
Bajo el eslogan de “Taksim se convertirá en Tahir” -emblemática plaza de a revolución egipcia- se multiplican las barricadas para enfrentar la represión policial, donde la juventud turca está jugando un papel de vanguardia.
Este proceso, que tiene como protagonistas a sectores de la clase media urbana, está provocando el ingreso de la clase obrera a la escena política. Es que la central de trabajadores más importante del país –Kesk– se vio obligada a convocar a una huelga general para repudiar la salvaje represión.
El impacto de la represión dejó un saldo de 4 muertos, miles de heridos y cientos de detenidos incluyendo a usuarios de redes sociales y abogados defensores de los manifestantes, desencadenando una ola de solidaridad en todo el país mediante movilizaciones masivas en Estambul, Ankara, Izmir y otras ciudades.
Bajo el eslogan de “Taksim se convertirá en Tahir” -emblemática plaza de a revolución egipcia- se multiplican las barricadas para enfrentar la represión policial, donde la juventud turca está jugando un papel de vanguardia.
Este proceso, que tiene como protagonistas a sectores de la clase media urbana, está provocando el ingreso de la clase obrera a la escena política. Es que la central de trabajadores más importante del país –Kesk– se vio obligada a convocar a una huelga general para repudiar la salvaje represión.
De profundizarse esta dinámica de
extensión, proletarización y radicalización pondría en jaque al régimen político de Erdogan y su partido
el AKP –Partido de la justicia y el
desarrollo– constituyéndose como un hecho ejemplificador del conjunto de las
masas de esta convulsionada región.
Las burguesías musulmanas, el imperialismo
y el sionismo son conscientes de lo que está en juego en Turquía, que es el
país con el proletariado más poderoso de la zona. Saben que lo pasa es un
producto directo de la denominada “Primavera Árabe”, que explotó en Túnez,
continuó en Libia y Egipto y se instaló en la vecina Siria, atravesada por una
terrible guerra civil.
Por eso no es casualidad que los yankis,
que tienen desplegados a miles de soldados y sofisticadísimas armas en las
distintas bases de la OTAN de Turquía, hayan tomado la decisión política de
intervenir de manera directa en la guerra siria.
De esa manera estarían tratando de “matar
dos pájaros de un tiro”: Por un lado terminar con el trabajo sucio que inició
Al Assad –masacrando a la resistencia siria– y, por el otro, evitar que la
clase obrera turca se ponga al frente de la lucha revolucionaria que está
sacudiendo el Norte del África, Grecia y Medio Oriente.
Los socialistas tenemos que impulsar la
movilización masiva en solidaridad con nuestros hermanos turcos y el pueblo
Sirio, atacados por las dictaduras de Erdogan y Al Assad, exigiendo el cese de
la represión y el retiro de las tropas y toda ayuda imperialista y de las
distintas burguesías árabes que apoyan a estos dictadores.
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