Hasta no
hace mucho tiempo Brasil -con un PBI superior a los 2.400 billones de
dólares- parecía alinearse con el resto de los países emergentes, los cuales, según
la mayoría de los analistas burgueses, estaban destinados a motorizar un nuevo
ciclo de crecimiento de la economía mundial.
Los anuncios de nuevas licitaciones de carreteras, aeropuertos, ferrovías, gas en tierra (fracking), líneas de transmisión y generación eléctrica y el Tren de Alta Velocidad, anuncian nuevas batallas de esta guerra por la tierra, que solamente en la zona del Amazonia registró 1300 conflictos durante 2011. Allí fueron asesinados 29 activistas, mientras que 49 murieron a consecuencia de las heridas sufridas en los enfrentamientos.
Con el mismo objetivo Dilma lanzó el Plan Nacional de Logística (PNL) dirigido a la construcción de autopistas, ferrovías, puertos, aeropuertos y obras “necesarias” para la Copa de las Confederaciones, el Mundial de Fútbol 2014 y la Olimpíadas 2016. El gobierno emprendió reformas urbanas con miles de desalojos, que fueron garantizados con la fuerza militar.
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Sin embargo
el agravamiento de la crisis internacional hizo saltar por los aires el “modelo
brasilero”, basado en la primarización de la economía, la desnacionalización de
la industria y el saqueo de los recursos naturales.
Durante los
10 años del gobierno del PT, este enorme país continente “creció” como
Argentina y el resto de sus vecinos, debido al aumento de la producción y
exportación de materias primas sin ningún tipo de valor agregado.
La
agroindustria -sostenida por el monocultivo- la explotación del petróleo y los
yacimientos minerales a cielo abierto, constituyeron un descomunal saqueo que provocó
gravísimos problemas sociales y ambientales.
Con el 80%
de su población amontonada en grandes ciudades, Brasil es el mayor consumidor
de agrotóxicos del mundo, ya que usa el 20% del total de los pesticidas del
planeta. Cada año se diagnostican 400.000 nuevos casos de cáncer por exposición
e ingesta de alimentos contaminados.
De la mano
de Lula y Dilma la mayor parte de las inversiones imperialistas que ingresaron
al país, se destinaron a la compra de compañías de capitales nacionales,
aumentando la dependencia y un salto en el proceso de desnacionalización y des-industrialización
de la economía.
La cantidad
de empresas transnacionalizadas pasó de 69 vendidas durante 2004 a 1296 en 2013
y el envío de divisas a las casas centrales, de 25.198 billones de dólares en
2004 a 85.271 en 2011. En el mismo período y por este concepto del país
salieron 404.878 billones de dólares e ingresaron 264.911, aumentando la
importación de productos en un 260 por ciento.
Un país súper endeudado
La política
del gobierno de enfrentar la crisis fomentando el mercado interno mediante el
consumo financiado, creó una burbuja de crédito impagable. Mientras tanto la
caída de las exportaciones, el aumento del déficit comercial, la inflación
creciente, sumado al peso del endeudamiento externo, presagia un futuro de
mayores ajustes.
En este
contexto la balanza comercial acumuló -durante los cinco primeros meses del año-
un déficit de 5.400 millones de dólares, frente a un superávit de 6.261
obtenido en igual período del año pasado. ¡El peor resultado de los primeros
cinco meses del año de la serie histórica iniciada en 1993!
Por todo esto,
la mitad del Presupuesto Federal programado para 2013 (42%) estará destinado al
pago de intereses y amortizaciones de la deuda externa e interna. De los 2,4
billones de reales pautados, 900 mil millones -450 mil millones de dólares- se
gastarán en dichos desembolsos.
Los gastos
previstos para resolver cuestiones elementales de la población más pobre serán
mínimos. Por ejemplo el monto de dinero destinado a la educación y la salud será
apenas de 150 mil millones de reales, mientras que el gasto para la -“Bolsa
Familia”- que atiende cerca de 13,5 millones de hogares pobres, significará lo
mismo que nueve días de pago de la deuda pública.
Se profundiza el saqueo de los recursos
La
producción agrícola intensiva y la explotación de petróleo y minerales, junto a
las obras hidroeléctricas y los diques que retienen agua para el agro o la
minería, vienen desatando enfrentamientos con pueblos indígenas, pobladores
costeros, pescadores, pequeños productores y organizaciones sociales que luchan
por la tierra.
Uno de los
más cruentos terminó con una terrible masacre de indígenas en Mato Grosso do
Sul, ordenada por gobierno de Dilma para “recuperar tierras” de los
latifundistas. El congelamiento
de la “reforma agraria” promulgada por Lula, suspendiendo la demarcación de territorios
indígenas, exacerbó la resistencia.
Los anuncios de nuevas licitaciones de carreteras, aeropuertos, ferrovías, gas en tierra (fracking), líneas de transmisión y generación eléctrica y el Tren de Alta Velocidad, anuncian nuevas batallas de esta guerra por la tierra, que solamente en la zona del Amazonia registró 1300 conflictos durante 2011. Allí fueron asesinados 29 activistas, mientras que 49 murieron a consecuencia de las heridas sufridas en los enfrentamientos.
Crece el monocultivo
La cosecha
actual superará la anterior aumentando en un 35% el área de siembra que está en
manos de los latifundistas, ya que el 1% de estos oligarcas tienen la propiedad
del 50% de la superficie cultivable, que mayoritariamente se utiliza para
cosechar soja, maíz, pastos y caña de azúcar.
De este
modo Cargill, que es una de las 30 multinacionales que controla la exportación
del mercado agrícola, vendió 2 millones de toneladas de maíz de Brasil a los
Estados Unidos, provocando la escasez de granos para la producción de aves de
corral.
En tanto el
gobierno se vio obligado a importar porotos negros de China para mantener uno
de los hábitos alimenticios más populares (la feijoada), algo parecido a lo que
sucede con el trigo en Argentina.
Empobrecimiento creciente
En la sexta
economía del mundo el pan cotidiano en las favelas y barrios populares tiene el
sabor de la miseria, porque Brasil es uno de los países con peor distribución
de la riqueza, ubicada por detrás de Guatemala y Honduras, con un ingreso de los más ricos 50 veces superior al
de los más pobres.
En
diciembre de 2012, el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística informó
que entre los 84 millones de brasileños con algún ingreso, los 8,4 millones de
trabajadores (10%) que recibieron un ingreso mensual de 134 reales (U$S 67) en
el año 2000, pasaron a 101 (U$S 50) en 2010.
El
deterioro general debido al aumento de la inflación explica la reacción popular
multitudinaria contra el aumento de 0,20 reales en el boleto. ¡Aunque este
incremento parezca insignificante no lo es para quienes reciben un salario
mínimo, ya que implica más del 26% del total de su ingreso! .
Las Mega Obras y el Mundial
Durante los
dos gobiernos de Lula se lanzaron los Programas de Aceleración del Crecimiento
-PAC I y II- de obras de infraestructura, las cuales, según sus mentores,
transformarían a Brasil en la “China latinoamericana”.
El PAC I
contó con 370.000 millones de dólares para 2471 proyectos, mientras que el PAC
II destinó 878.000 millones. Esta enorme inyección de capital favoreció
inicialmente a las constructoras transnacionales.
Con el mismo objetivo Dilma lanzó el Plan Nacional de Logística (PNL) dirigido a la construcción de autopistas, ferrovías, puertos, aeropuertos y obras “necesarias” para la Copa de las Confederaciones, el Mundial de Fútbol 2014 y la Olimpíadas 2016. El gobierno emprendió reformas urbanas con miles de desalojos, que fueron garantizados con la fuerza militar.
En ese
sentido las manifestaciones multitudinarias condenaron estos planes y al mismísimo
mundial del 2014, denunciando que esta política “de pan y circo” sólo beneficia a los funcionarios
corruptos.
Crisis económica y ascenso obrero y popular
La rebelión popular acicateada por las insoportables condiciones de vida y de trabajo que sufren las masas, ha puesto de pie al gigante de América Latina. La poderosa irrupción de los sectores obreros y populares provocó la primer movilización triunfante desde la caída de Collor De Melo en los 90.
La rebelión popular acicateada por las insoportables condiciones de vida y de trabajo que sufren las masas, ha puesto de pie al gigante de América Latina. La poderosa irrupción de los sectores obreros y populares provocó la primer movilización triunfante desde la caída de Collor De Melo en los 90.
El
desencanto con el gobierno del PT y el repudió a la “clase política corrupta” había
tenido una expresión en el resultado de las últimas elecciones del 2012, en las
que más de 35 millones se abstuvieron, votaron en blanco o anularon su voto.
¡Esto es más que la suma de los votos de los dos grandes partidos, el PT y PSDB!
Este
resultado electoral se dio en el marco de una serie de luchas obreras y
populares, como la gran huelga de los empleados públicos a nivel nacional, de
los bancarios y trabajadores del correo, la durísima pelea de los obreros de la
construcción y hasta huelgas de bomberos y policías en vísperas del carnaval.
Los
trabajadores y estudiantes de la mayoría de las grandes ciudades están
reaccionando contra los efectos de este plan de Ajuste, Saqueo y Explotación,
organizando marchas y piquetes que ya han logrado un triunfo, haciendo
retroceder el aumento del transporte.
Este éxito
de la lucha está empujando a la clase obrera más concentrada y masiva del
continente a dar un nuevo salto y a ocupar el centro del escenario político. Por
eso, las centrales obreras brasileras -presionadas por el ascenso y la crisis-
tuvieron que decretar un día de paralizaciones y movilizaciones para el 11 de
julio próximo.
Los
luchadores y la izquierda revolucionaria deben aprovechar esta fecha para transformarla
en una verdadera Huelga General que sirva para avanzar hacia la derrota del Plan
de Dilma y el imperialismo, en la perspectiva de imponer un gobierno de los
trabajadores y el pueblo que comience a construir el verdadero socialismo.
Los compañeros
del Movimiento Revolucionario Socialista -integrante junto a CS de la Corriente
Revolucionaria Internacional- están impulsando con todo la Huelga General en
las ciudades más importantes del país.
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