martes, 1 de octubre de 2013

Obama, Putin, Al Assad y Rouhany contra los trabajadores y el pueblo sirio

A través de un programa de la cadena televisiva CBS, el secretario de estado de los EE.UU., John Kerry acaba de declarar que “es posible llegar a un acuerdo con Irán... si su programa nuclear es pacífico y lo podemos corroborar”.

Este es el mismo funcionario que viene de firmar -con el presidente ruso Putin- los acuerdos mediante los cuales el régimen de Bashar Al Assad decidió poner sus arsenales químicos a disposición de la ONU, para después destruirlos.

Por eso no es casual que, en el marco de la Asamblea Anual de la ONU que rubricó ese pacto, los presidentes de EE.UU. e Irán -Obama y Rouhany- hayan entablado la primera comunicación directa desde 1979, año en que estalló la revolución iraní contra la dictadura del Sha Mohamed Reza Pahlevi.

Tampoco, que mientras sucedía este trascendental acercamiento, el ministro de relaciones internacionales de Irán - Mohammad Javad Zarif- haya manifestado la voluntad de su gobierno de “abrir las instalaciones nucleares a la inspección internacional…”

Tigres de papel

Cuando la situación parecía dirigirse hacia una confrontación militar entre EE.UU. y el ejército Sirio -apoyado por Rusia, China e Irán- el “guerrero” Obama tuvo que retroceder “en chancletas”, condicionado por la presión del movimiento de masas de todo el mundo, que lo dejó prácticamente sin aliados.

Esta situación, que expresa la profundidad de la crisis -capitalista- que corroe a la principal potencia mundial, fue de la mano del “recule” de sus enemigos circunstanciales, ninguno de los cuales pretendía seriamente cuestionar la supremacía militar yanky.

Por esa misma razón, dos de los regímenes que más vociferaron en contra del “gran Satán”, terminaron agachando la cabeza frente a Kerry, Obama y la Asamblea Anual de la ONU, entregando, en un caso sus armas más letales y, en el otro, la capacidad de producirlas.

Sin embargo no fueron ni la presión mundial ni la desigualdad militar los principales motivos que obligaron a todos estos personajes a sentarse en la mesa de las negociaciones, sino la coincidencia estratégica que tienen en el sentido de aplastar el proceso insurreccional que está desarrollándose en Siria y que amenaza con extenderse.

Las relaciones entre las jefaturas burguesas de Siria, Irán, Rusia y China con los Estados Unidos y demás países imperialistas pueden llegar a tener muchas contradicciones, algunas de las cuales incluso pueden detonar conflictos militares parciales.


Sin embargo estas no son tantas como la que todos ellos tienen, en tanto agentes conscientes de la contrarrevolución, con las masas levantadas en armas, o sea con la Revolución, como la que acontece en Siria.

100.000 personas armadas no son poca cosa

Más allá de la falta de una dirección revolucionaria de los trabajadores y el pueblo sirio, o del accionar de las fuerzas burguesas y las sectas islámicas armadas por Qatar y Arabia Saudí -que tratan de infectar la conciencia de las masas- existen más de 100.000 personas armadas peleando por sus derechos.

Los trabajadores y el pueblo de Siria han tenido que armarse para enfrentar al gobierno y al régimen de Bashar Al Assad. El ejercicio del legítimo derecho a ejercer su autodefensa los obligó a imponer su propio poder en bastas regiones del país, mediante la organización de comités populares.

Estos órganos de “doble poder” constituyen el germen de la Revolución Socialista, ya que no habrá Socialismo sin el ejercicio directo de la democracia por parte de la clase obrera y del pueblo. ¡Ni qué decir cuando el movimiento de masas practica ese control con sus armas en la mano!

¡Los capitalistas son conscientes de que la única manera de mantener su dominio sobre las clases subalternas, pasa por aplastar estos elementos de autoorganización y por recuperar el monopolio de las armas y de la represión… que es lo que está siendo cuestionado en Siria!

Los revolucionarios no podemos sino ubicarnos en las trincheras del pueblo en lucha y, desde ese campo militar, pelear por una salida obrera y socialista. Para eso tenemos que empezar por denunciar el pacto contrarrevolucionario de Obama, Putin, Assad y Rouhany y rodear de solidaridad a las masas sirias.


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