martes, 28 de enero de 2014

Las diferencias enormes entre las Autodefensas mexicanas y los grupos contrarrevolucionarios de Colombia



Nota de Guillermo Almeyra para el diario La Jornada de México del Domingo 26 de Enero 2014

Cuando a principios del siglo pasado llegó el ferrocarril a un rincón perdido del noreste brasileño, los habitantes de una aldea que estaba a tres días de cabalgata de la terminal ferroviaria enviaron al más despierto de la comunidad para que estudiase esa máquina de hierro que escupía fuego y les dijese cómo era. 

Al cabo de seis días el explorador volvió, pero sin saber cabalmente cómo contar lo que había visto a gente que no conocía otra máquina que la de coser. Por eso reflexionó y dijo: ¿Conocen la máquina Singer? Un coro de síes le respondió. Entonces pudo concluir su informe: “La locomotora es igual, pero completamente diferente…”

Como en el cuento, para muchos los paramilitares colombianos y las autodefensas son similares y responden por igual a la acción encubierta de la oligarquía local y de la contrainsurgencia estadunidense. Para los observadores superficiales esos ejércitos no oficiales podrían describirse por igual como grupos de hombres armados que buscan restaurar un orden subvertido. 

Pero resulta que ese orden, en México o en Colombia, tiene un signo opuesto. Porque los paramilitares colombianos quieren afirmar el poder de los terratenientes sobre los campesinos como señores de horca y cuchillo, verdugos y jueces, mientras que en México las comunidades y pueblos de Michoacán que forman sus autodefensas quieren en cambio acabar con las violencias, las violaciones, los saqueos, la tala de bosques, la prepotencia y la eliminación de las conquistas históricas de la reforma agraria realizada en los años 30 bajo el gobierno del michoacano Lázaro Cárdenas.

Mientras los paramilitares colombianos son ejércitos de mercenarios maniobrados por la mano oculta del poder capitalista y luchan contra los campesinos que en los años 50, en la llamada República de Marquetalia, dieron origen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) formando autodefensas contra la violencia antiliberal de los terratenientes conservadores que siguió al asesinato de Eliécer Gaitán y que causó más de 200 mil muertos.

Las autodefensas mexicanas luchan hoy contra una fuerza moderna y trasnacional, la de la droga, parte crecientemente importante del capital mundial, que busca sólo el lucro y no reconoce límites entre lo legal y lo ilegal y tiene su principal matriz en el mercado estadunidense y su principal estímulo en el Departamento de Estado desde la Segunda Guerra Mundial, con los plantíos de opio de la CIA en el sudeste asiático y su acuerdo con la mafia siciliana hasta el Irangate que financió con la droga a la contra en Nicaragua.

En una palabra, los paramilitares colombianos nacieron contrarrevolucionarios, mercenarios, anticampesinos y estuvieron siempre encuadrados por el ejército y por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, mientras que las autodefensas michoacanas nacieron de las comunidades y expresan la conciencia generalizada entre los campesinos de que entre el aparato estatal y las bandas de narcotraficantes hay conexiones y complicidades así como la desconfianza de masas en la capacidad y voluntad del aparato estatal capitalista de mantener las condiciones esenciales para la democracia y el trabajo honesto y pacífico.

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