viernes, 21 de febrero de 2014

UCRANIA: Fuera Yanukovich… Ni Unión Europea ni sumisión a Putin



Escrito por I.Razin y R. León / Fuente: Liga Internacional de los Trabajadores (Lit/CI) 13 de febrero de 2014

Las inmensas movilizaciones populares en Ucrania, iniciadas a finales de noviembre pasado, han conquistado sus primeras victorias parciales. El pasado 28 de enero, la Rada Suprema (parlamento) se reunió de forma urgente para derogar las draconianas leyes represivas que ese mismo órgano, a pedido del presidente Víctor Yanukóvich, del derechista Partido de las Regiones (PR) y con apoyo parlamentario del Partido Comunista, había aprobado menos de dos semanas antes con el objetivo de coartar las protestas.

Al mismo tiempo, el primer ministro Mykola Azarov anunció su dimisión, hecho que desencadenó la caída de todo el gabinete. Si bien desde hace más de dos meses la situación está marcada por una extrema inestabilidad política, a partir de la acción de cientos de miles de personas que, con temperaturas de 23 grados bajo cero, han tomado las principales calles de Kiev y de aproximadamente diez mil que acampan en la Maidán, principal plaza de la capital y actual centro neurálgico de las protestas contra el gobierno de Yanukóvich, la aprobación de aquellas leyes represivas radicalizó aún más las protestas y abrió un nuevo momento en el conflicto.

El saldo de la brutal represión policial es de al menos cinco muertos, además de cientos de heridos y presos políticos. Los manifestantes han bloqueado rutas principales y dieron inicio a una ola de ocupaciones de ministerios y edificios públicos en 14 de las 25 provincias del país, comenzando un proceso de aproximación de las manifestaciones al este del país, en el cual se dieron protestas y enfrentamientos en Zaporoyie (este) y Dniepropetrovsk (centro-este).

Vale mencionar que, en Ucrania, existen marcadas diferencias culturales, históricas y políticas entre el oeste y el este del país. La región este es más industrial, ruso hablante y en donde Yanukóvich tiene su mayor base de apoyo social, en comparación con la región occidental, más rural, de habla ucraniana y con mayores conexiones culturales con Europa. Este inicio de “nacionalización” de las protestas comienza a generar una situación aún más preocupante para el poder de la burguesía local y los intereses extranjeros radicados en el país.

La derogación de las leyes represivas y la caída del gabinete ucraniano, en nuestra opinión, es una importante victoria de la movilización popular, que tuerce el brazo a un gobierno represor, entreguista y oligárquico. Pero el poder se mantiene en las manos de Yanukóvich y de la repugnante oligarquía ucraniana, siempre dispuesta a venderse tanto a los buitres rusos como a los europeos.

Por ello, esta victoria debe ser un punto de partida para continuar una ofensiva del pueblo explotado que acabe derrocando al gobierno, liquide el poder de los oligarcas y coloque la economía del país en manos de la clase trabajadora, conquistando la absoluta y definitiva independencia del país.

Yanukóvich no se dará por vencido. Intenta e intentará desmantelar la Maidán. Y si no se demuestra capaz, la alta cúpula del Ejército ucraniano (el segundo mayor de Europa después del ruso) ya hizo saber, en un comunicado, que intervendrán para “estabilizar la situación en el Estado” y recomponer la “concordia social”, pues declaran “intolerable” la ocupación de edificios públicos.

“Los altos cargos y los funcionarios del Ministerio de Defensa apoyan al presidente de Ucrania en lo que se refiere a la necesidad de estabilizar la situación en el Estado”, advirtieron los generales.

Frente a esta situación es urgente que la izquierda internacional asuma una posición de inequívoco apoyo a las movilizaciones, combatiendo a la dirección burguesa y pro imperialista, así como a los sectores de ultra derecha y neonazis que intentan controlar el proceso, al tiempo que es necesario expresar un claro repudio a las amenazas de los militares de aplastar el movimiento de la Maidán.

Entre la opresión del chovinismo gran ruso y la del imperialismo

Ucrania, una ex república soviética con 45 millones de habitantes actualmente, siempre sufrió la opresión nacional por parte de Rusia. Antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Ucrania era dominada por el imperio austro-húngaro y ruso, y cabía a la vil autocracia zarista el control de la mayor parte de territorio.

Con el triunfo de la revolución socialista rusa de 1917, el país conquista un periodo de independencia hasta que en diciembre de 1922 se transforma en una de las repúblicas fundadoras de la antigua Unión Soviética (URSS).

Durante la década de 1920, antes de la consolidación de la burocracia stalinista en el poder, los bolcheviques tuvieron una política de respeto a los derechos nacionales ucranianos, que se expresó en un florecimiento del arte y la cultura y en un uso extendido y permitido del idioma local (antes prohibido por el zarismo).

Los primeros años de la URSS fueron, también, los de mayores conquistas en cuanto a derechos sociales relativos a la salud y educación públicas, vivienda, acceso a la tierra y derechos de las mujeres.

Sin embargo, a finales de esa década, en los inicios de 1930, la burocracia comandada por Stalin atacó abruptamente todas esas conquistas, como parte de la contrarrevolución política triunfante en la URSS.

El Kremlin negó el derecho de autodeterminación nacional que garantizó a Ucrania la revolución de Octubre y pasó a ejercer una creciente opresión nacional. La colectivización forzosa emprendida por Stalin, por ejemplo, atacó de forma brutal a los campesinos ucranianos.

El Ejército Rojo requisaba tierras y granos e imponía metas de producción inalcanzables a los campesinos, los cuales no recibían granos ni alimentos si no las cumplían. Esta política brutal llevó, durante esa década, a una hambruna generalizada en todo el territorio soviético y, sólo en Ucrania, murieron más de cinco millones de campesinos.

En el mismo periodo, la gran persecución de los Juicios de Moscú (1929-1934 y 1936–1938) también afectó enormemente a la población ucraniana, especialmente a la oposición política, la intelectualidad y los artistas. Se calcula que durante los procesos fueron asesinados miles de oposicionistas ucranianos. De hecho, de los más de cinco millones de prisioneros llevados a la muerte en los campos de concentración stalinistas (Gulags) de Siberia, al menos 20% fueron ucranianos.

Estos son sólo algunos hechos que demuestran que la opresión nacional que ejerce Rusia sobre Ucrania, que se remonta al imperio de los zares y pasa por el régimen del terror stalinista, es un elemento central para entender las causas de la situación hoy.
Por otro lado, la crisis actual, que tiene esas raíces más históricas, debe ser explicada también a partir del brutal proceso de colonización al que Ucrania es sometida desde la restauración del capitalismo en todo el este europeo.

En estos más de 20 años, Ucrania pasó por un proceso tremendo de desindustrialización y desnacionalización de su economía, marcado por un aumento enorme de las inversiones y de la deuda externa con el imperialismo –fundamentalmente europeo– y por la dependencia del precio del gas que le impone Rusia.

Con la restauración capitalista, la antigua burocracia gobernante se hizo multimillonaria, beneficiándose de las salvajes privatizaciones que fueron impulsadas en todas las ramas de la economía. Así se constituyó una oligarquía mezquina, corrupta y con la firme decisión de gobernar su “feudo” con mano de hierro.

Esta oligarquía hoy detenta enormes complejos industriales y financieros. A esto debemos añadir otra característica a la élite ucraniana: el entreguismo. Es así que existen sectores de la burguesía que tienen sus negocios más centrados en las relaciones con Rusia y otros más centrados en los nexos con la Unión Europea, sobre todo con Alemania. Esto no impide, sin embargo, que ambos bloques estén siempre bien solícitos a venderse al mejor postor.

Así las cosas, dependiendo de qué sector de la oligarquía detente el gobierno, la economía y la política del país oscila entre la influencia de Rusia, a la cual exportan 25,6% de su producción e importan 32,4% de su consumo interno y del cual necesitan buen precio del gas y la influencia de “occidente”, sobre de la Unión Europea (UE) y los EEUU, de donde vienen créditos –muchas veces para pagar el gas que viene de Rusia– y donde la oligarquía ucraniana posee activos importantes.

De esta forma, Ucrania es una semicolonia donde el bloque imperialista UE-EEUU y la Rusia de Putin se disputan influencia económica y política e intentan saquear lo más posible de sus riquezas. En otras palabras, gas del este y créditos del oeste son los pilares en que se asienta la Ucrania burguesa.

En síntesis, estas dos vías de explotación y opresión nacional, del imperialismo europeo y norteamericano y de Rusia, una sub-metrópoli regional que aunque también está siendo colonizada por el imperialismo intenta conservar a cualquier costo su área de influencia heredada de la ex URSS, están en la base de la turbulencia política de Ucrania.

La actual crisis económica y el impacto de las políticas entreguistas y neoliberales de los sucesivos gobiernos fueron deteriorando el nivel de vida de las masas hasta llegar a niveles insoportables.

Desde la disolución de la URSS, en 1991, Ucrania pasó de 51,4 millones de habitantes a 45 millones, producto de una disminución de la natalidad y un aumento de la mortalidad, sobre todo debido al desmantelamiento de la salud pública.

El éxodo al exterior asciende a casi 7 millones de personas, que ingresan anualmente la suma de tres mil millones en remesas. La pobreza, según el propio gobierno, llega a 25% de la población, la pobreza extrema flagela a 16% de ella, registrándose los índices más altos en el oeste rural.

Los trabajadores del Estado llevan meses sin cobrar sus sueldos y el país no alcanza a pagar el gas que importa de Rusia. La desocupación llega “oficialmente” a 8% y el salario medio es de 332 dólares, casi tres veces inferior al de Rusia y Bielorrusia, sin hablar de la UE.

Estas son las profundas bases sociales y económicas que están en el fondo del descontento popular e impulsan la movilización actual, más allá de las cuestiones sobre el relacionamiento con la UE o con Rusia.

El acuerdo con la UE y la crisis actual

La crisis económica mundial fue tensionando las relaciones de explotación nacional y Rusia comenzó a aumentar el precio del gas para Ucrania. Los precios altísimos del gas natural (superiores a los que Rusia cobra a la UE) minaban los negocios de los oligarcas ucranianos y desangraban las finanzas del Estado.

En consecuencia, el gobierno recurrió desesperadamente a los préstamos en forma de eurobonos  y créditos del FMI (la deuda ucraniana se quintuplicó en los últimos 5 años; para fines de 2014, Ucrania tiene que pagar cerca de 10.000 millones de deuda exterior), lo que empujaba a la oligarquía y a toda la política ucraniana cada vez más hacia las fauces imperialistas.

Metida en un círculo infernal, no era raro que Ucrania pagara las deudas con Gazprom, el monopolio exportador del gas ruso, con los créditos del imperialismo. Pero esta situación de pagar imponentes sumas de dinero tanto a Rusia como a los acreedores imperialistas llevó al Estado al borde de la falencia y la burguesía ucraniana tomó la decisión de vender el país a la UE, a cambio de más “ayuda financiera”. Mencionemos que, de acuerdo a Standard and Poors, hoy Ucrania tiene 50% de posibilidades de caer en bancarrota.

Fue así que Yanukóvich comenzó la propaganda masiva en favor de un Acuerdo de Asociación y Libre Comercio con la UE, esperando la llegada de dinero europeo. Pero el acuerdo preparado por la UE, que está pasando por una crisis brutal, conocida por todos, no garantizó el financiamiento esperado por el gobierno ni daba a Ucrania los derechos de pertenecer a ese bloque económico continental. Sólo garantizaba, para los imperialistas europeos, el mercado interno ucraniano y la posibilidad de profundizar el saqueo, casi sin ninguna medida compensatoria.

El régimen ruso, viendo la posibilidad de perder bruscamente su influencia en Ucrania, inclusive su base militar en Sebastopol, Crimea, fundamental para la presencia militar de Putin en el mar Negro, comenzó a presionar más activamente al gobierno ucraniano. Ofreció reducir 30% el precio del gas y otorgar un préstamo de 15 mil millones de dólares, con el único objetivo de mantener a Ucrania dentro de su “órbita de influencia”.

De la misma forma, Putin redobló sus esfuerzos para incorporar a Ucrania en la llamada Unión Aduanera, que es comandada por Rusia e incluye a Kazajistán y Bielorrusia.En medio de esta situación de mucha presión por parte de Putin, el 21 de noviembre de 2013, Yanukóvich, en contra de toda la propaganda precedente, se negó a firmar el acuerdo con la UE, lo que provocó las primeras manifestaciones, la ofensiva de la oposición burguesa pro-occidente y toda la crisis actual.    
    
El carácter del proceso

La prensa internacional informó permanentemente que las manifestaciones eran “para exigir la entrada de Ucrania a la UE”. La propaganda rusa y sus difusores de la izquierda castro-chavista también hacen hincapié en este asunto y agregan el hecho de que las manifestaciones estarían siendo dirigidas por “fascistas” financiados por la UE y EEUU para “orquestar un golpe de Estado” contra Yanukóvich y cortar “la integración en la unión fraternal de pueblos de la antigua URSS”.

Es verdad que existen ilusiones en amplios sectores de masas, sobre todo en la Ucrania occidental, sobre que un acercamiento a la UE podría ser una solución a la agobiante situación económica y sería una alternativa “más democrática” contra el bonapartismo de la brutal oligarquía gobernante.

Sin embargo, debemos entender que estas ilusiones y el engaño de un sector de masas con relación a la UE, tiene, como vimos, una base muy concreta, que es la opresión histórica por parte de Rusia y el odio que tienen a Putin, al cual ven –con razón– como el tirano gran ruso que encarna los siglos de explotación, humillaciones y abusos contra el pueblo ucraniano.

El odio al opresor ruso es progresivo, el error (alentado por la oposición pro-occidente y el imperialismo) está en pensar que un acuerdo de “libre” comercio con la UE sería la solución a tantos años de vejámenes.

También es cierto que la oposición burguesa y pro imperialista, expresada en el partido Udar (“Alianza democrática ucraniana por la reforma”), del ex boxeador Vitali Klitschko; el partido pro UE Batkivschina (“La Patria”) de la ex primera ministra Julia Timoschenko y actualmente liderado por Arseni Yatseniuk (a quien Yanukóvich ofreció ser primer ministro cuando Azarov renunció) y sectores abiertamente fascistas como el partido Swoboda (“Libertad”), liderado por Oleg Tiagnibok (que tiene aproximadamente 10% del electorado), participan e intentan controlar las protestas en Maidán, con el beneplácito abierto de los diplomáticos europeos y norteamericanos.

Existen también, en la plaza y en la ocupación de edificios públicos, grupos de ultraderecha y xenófobos agrupados en el llamado Pravy Sektor (Sector de Derecha), los cuales se aliaron a varias organizaciones, también ultranacionalistas, de veteranos de la campaña soviética en Afganistán (1979-1989), para “proteger” los campamentos en la Maidán.

Andréi Tarasenko, uno de los líderes del Sector de Derecha, pertenece a una organización llamada “El Tridente de Stepán Bandera”, en memoria del líder rebelde del Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) que luchó contra las autoridades soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial e incluso en la década de 1950.

Tarasenko  dice que el Sector de Derecha se basa en “principios del cristianismo tradicional de Ucrania y en la ideología del nacionalismo ucraniano”. Se declaran también anti rusos (“porque los rusos no son europeos”) y anticomunistas.

Si bien se oponen al gobierno de Yanukóvich y a la entrada a la UE (una “estructura supranacional” que, según Tarasenko, pretende la “desnacionalización” y la “descristianización” de Europa), plantean una estrategia xenófoba de sociedad pautada por “una Ley superior, la ley de Dios y la ley de la Vida Cotidiana de la Nación Ucraniana”. Estos grupos también están en contra de la eutanasia y de los matrimonios entre personas del mismo sexo, porque “para el cristianismo la sodomía es un pecado que debe ser castigado”.

Siendo profundamente reaccionarias, tanto la ilusión en la UE como el carácter de las direcciones del movimiento de la Maidán, sostenemos que la izquierda no puede confundir ese carácter reaccionario y pro imperialista de la dirección del proceso con el carácter del proceso de conjunto.

Opinamos que el proceso de movilizaciones que sacude a Ucrania actualmente es progresivo, a pesar de su dirección y de las muchas otras contradicciones. Tiene un curso progresivo porque enfrenta a un gobierno ultrarreaccionario y bonapartista, represivo y entreguista como el de Yanukóvich y porque enfrenta, aunque de forma distorsionada por la propaganda pro UE y las confusiones de las masas en ese sentido, a la histórica opresión rusa sobre Ucrania.

Si bien al comienzo del proceso el eje de las movilizaciones era el rechazo a la suspensión del acuerdo con la UE, la dinámica de la movilización y la brutal represión por parte de Yanukóvich hicieron que el centro de las protestas sea la dimisión del gobierno y el fin de las medidas represivas, algo indudablemente progresivo.

Este curso se acentuó después de la aprobación de las “leyes dictatoriales”, análogas a las que reinan en la Rusia de Putin, que impulsó Yanukóvich y que resultó en un tiro por la culata para el gobierno. Esta afrenta y la respuesta que el movimiento de masas dio ante ella, abrió un nuevo momento en el desarrollo de la situación.

Las protestas iniciales, en las que predominaban estudiantes universitarios y sectores de clase media, fueron dando paso a la incorporación de más sectores de trabajadores, extendiéndose de Kiev hacia otras ciudades, algunas en el este del país.

Ante la ofensiva bonapartista, los ucranianos respondieron con nuevas manifestaciones masivas y cada vez más radicalizadas, con enfrentamientos encarnizados con la policía y la ocupación de edificios públicos. Y la exigencia ilusoria de la “eurointegración” pasó a décimo plano, el eje actual es: ¡Fuera Yanukóvich!.

Los acontecimientos actuales, si antes generaban dudas y eran fuente de confusión, ahora muestran claramente que el deseo de los ucranianos es ajustar cuentas con el gobierno que llevó el país a la quiebra y que desprecia abiertamente a su pueblo. El gobierno, por su parte, quedó prácticamente paralizado e incapaz de aplacar la rabia popular, perdiendo crecientemente el control del país.

Por tratarse de un proceso cuyo sentido es esencialmente progresivo, es fundamental que todas las organizaciones que se dicen de izquierda y el movimiento obrero y social del mundo expresen su apoyo y solidaridad con la tenaz lucha que está entablando el pueblo ucraniano. Es necesario combatir y denunciar el papel reaccionario que cumplen las direcciones del movimiento de la Maidán, pero a partir de una ubicación por dentro del proceso.

Es necesario el apoyo de la izquierda pues una caída de Yanukóvich a manos de la movilización popular, sin dudas, sería una importante victoria política, que profundizaría la crisis del régimen y sería un paso valioso para la estrategia de la toma del poder por la clase obrera y el pueblo.

El castro-chavismo apoya a Yanukóvich-Putin

Desgraciadamente, como vimos, esta no es la visión de la mayoría de la izquierda. La propaganda oficial de Yanukóvich y, sobre todo, la rusa absolutizan las acciones de la ultraderecha. Los diarios rusos, cuando se refieren a los manifestantes, están repletos de frases como “fascistas”, “miembros de bandas criminales”, “vándalos”, “organizadores de pogromos”, “radicales”, “grupos ultranacionalistas” o “golpistas”.

Se presenta a las protestas como producto de una “conspiración de la UE y de los EEUU”, y la izquierda internacional, en su mayoría, ha caído nuevamente en las redes de este discurso, aunque este no tiene nada original.  

Es el mismo discurso que usan Al Assad y Putin, con todo el castro-chavismo haciéndoles coro, en la guerra civil siria. En ese caso, la dictadura intenta presentar a todos los rebeldes que luchan para derrocar el régimen, sin distinción, como “terroristas” y “yihadistas”, valiéndose de la presencia de grupos ligados a Al Qaeda, como el Estado Islámico de Irak y Siria y el Frente Al Nusra.

En el caso ucraniano, Yanukóvich y Putin utilizan el elemento (real) de la presencia de sectores pro imperialistas y de ultraderecha en las manifestaciones, para deslegitimar y debilitar el proceso de conjunto.

Opinamos que, al contrario de lo que defiende la mayoría de la izquierda, la mejor forma de combatir a los grupos fascistas, como Swoboda y el Sector de Derecha, es justamente interviniendo en las movilizaciones para construir, desde su seno, una alternativa independiente y de clase, que combata tanto al gobierno entreguista y pro ruso de Yanukóvich como a la oposición burguesa y la extrema derecha, que quieren atar aún más el país a los dictados del imperialismo europeo y que, si las movilizaciones llegan a amenazar seriamente la dominación capitalista, no tendrán pudor en pactar una “salida negociada” con el propio Yanukóvich.

La tarea no es negar sino disputar a fondo el proceso de movilizaciones de la Maidán

Contra la extrema derecha, que quiere dar a la movilización un sentido nacionalista xenófobo al movimiento, debemos oponer una política de profundizar la lucha incorporando a la clase obrera organizada, a la juventud precarizada y sin futuro, a las mujeres y a la izquierda en general.

Es necesaria una política de democratización del movimiento y de crear, incluso, organismos de autodefensa contra la represión, contrarrestando el discurso de los fascistas con el cual se arrogan la tarea (que nadie votó) de “defender la plaza y las protestas”.

Con la izquierda omisa o en contra de la Maidán se le hace el juego al gobierno de Yanukóvich, a la opresión nacional que ejerce Rusia y, también, a los grupos pro imperialistas y de extrema derecha, pues se les deja el camino libre para llevar esta heroica lucha de las masas hacia una derrota segura.

El único antídoto para el crecimiento de la ultraderecha es una lucha tenaz por la entrada en escena de la clase obrera, con sus organizaciones y métodos, dentro de Maidán, a partir de la construcción de un tercer campo que apunte un programa claro para el país, desde la perspectiva de los trabajadores.

¡Participar en la Maidán con la perspectiva de construir un tercer campo de clase contra el gobierno de Yanukóvich, la UE y la sumisión a Rusia!

Como expresamos a lo largo de esta nota, nuestra posición se sintetiza en:
1-      Participación activa de las movilizaciones de la plaza Maidán. Total solidaridad con la lucha del pueblo ucraniano en su lucha contra el gobierno asesino y entreguista de Yanukóvich y en contra de la opresión histórica gran rusa.

2-      Los revolucionarios debemos intervenir en el proceso planteando claramente las consignas de ¡Abajo el gobierno de Yanukóvich! ¡Ni Unión Europea, ni sumisión a Putin! ¡Ninguna “salida negociada” con Yanukóvich! La solución no pasa ni por entrar en la UE (donde el destino inmediato es la tragedia social que vemos en Grecia, España, Portugal e Irlanda) ni por apoyar a los oligarcas que están saqueando el país, sean “opositores” u oficialistas, ni por acuerdos con Rusia.

Al mismo tiempo, el movimiento debe rechazar cualquier intento de negociar “por arriba” un posible “gobierno interino” que integre a los actuales gobernantes con miembros de la oposición de ultraderecha. La salida pasa por derrocar al gobierno con la fuerza de las calles.

3-      Por el fin inmediato de la represión a las movilizaciones: ¡Ninguna intervención militar en el proceso! ¡Castigo a los represores! ¡Libertad a todos los trabajadores y luchadores presos!

4-      Estamos por el desarrollo y la posterior centralización de comités populares a partir de los grupos que existen en la plaza Maidán. Que sean esos comités democráticos los que organicen masivas asambleas para decidir los rumbos de la lucha.

Las propuestas políticas y de autodefensa deben ser resueltas por decisiones asamblearias, lo cual pondría límites a las acciones de los grupos neofascistas. Estos comités y asambleas en la plaza serían un buen punto de partida para la formación de comités por locales de trabajo, de estudio, por barrios, etc., completamente independientes de cualquier tipo de organización burguesa.

5-      El movimiento de la Maidán debe darse la política de atraer al movimiento obrero a la lucha contra el gobierno, incorporando consignas como el aumento general de salarios, la reducción de la jornada de trabajo y el empleo digno, con salario igual para trabajo igual, para todos y todas.

6-      Por la inmediata convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, democrática, libre y soberana, para decidir sobre las relaciones con la UE y con Rusia. En este sentido, nuestra posición parte de la lucha por una Ucrania independiente y soberana. Por ello, es necesaria una Asamblea Constituyente que rompa lazos políticos y económicos con el imperialismo (UE y FMI) y con la histórica dominación rusa: ¡Abajo los pactos con la UE y con Rusia! ¡No al pago de la Deuda Externa con Rusia y la UE/FMI!

7-      Sin embargo, para que esa Asamblea Constituyente sea realmente democrática y soberana, no puede ser convocada por el gobierno oligárquico actual de Yanukóvich ni por la oposición pro imperialista y la ultraderecha. El único gobierno que puede garantizar una Asamblea Constituyente libre y soberana, para independizar el país y nacionalizar todas las riquezas (fábricas, tierras, bancos, medios de transporte) al servicio de las necesidades del pueblo trabajador, es un gobierno obrero y popular, asentado en las organizaciones democráticas de la clase obrera y el pueblo pobre.

8-      Sólo un gobierno obrero y popular será capaz de garantizar la independencia nacional de Ucrania, la nacionalización de la economía, la vigencia de las libertades democráticas, la revolución agraria, el pleno empleo y el mejoramiento real de las condiciones de vida del pueblo, expropiando a los oligarcas, al imperialismo, a la oligarquía rusa y colocando toda la economía al servicio del país. ¡Que el pueblo sea el poseedor de todas las riquezas del país y no un puñado de millonarios vendidos a la UE o a Rusia!

9-      Para concretar la lucha por un gobierno socialista de los trabajadores es indispensable que, al calor de la lucha actual, se sienten las bases y se construya un partido marxista revolucionario, obrero e internacionalista, que dispute la dirección política de las movilizaciones en el sentido del combate por la revolución socialista internacional.

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