La matanza y desaparición de estudiantes en Iguala -estado
de Guerrero- encendió la mecha que puede hacer explotar un polvorín: una
movilización de masas que recorre México y apunta al gobierno de Peña Nieto y
el régimen de partidos que sembró el terror -con métodos fascistas- durante
años al servicio del saqueo de las multinacionales yankis.
El 26 de septiembre policías municipales y paramilitares
interceptaron a estudiantes de la combativa Escuela Normal de Ayotzinapa, quienes
iban a escrachar un acto convocado por el alcalde. Seis estudiantes fueron
asesinados a balazos y quemados vivos, 17 resultaron heridos y 43 aún
permanecen desaparecidos.
Desde entonces las acciones de protesta se extendieron reclamando
la aparición con vida y el juicio y castigo: Manifestaciones multitudinarias de
familiares, estudiantes, docentes, organizaciones políticas, sociales,
campesinas y de derechos humanos pidiendo la renuncia del gobernador Aguirre
Rivero -del PRD- y la detención del alcalde Abarca Velásquez, prófugo junto a
su esposa y el jefe de policía.
Las demostraciones de indignación, como la quema del Palacio
de Gobierno de Guerrero, los cortes de rutas, huelgas de estudiantes y
docentes, tomas de edificios públicos, bancos y sucursales de Mac Donalds están
paralizando al gobierno del PRI encabezado por Peña Nieto.
Este agente directo del imperialismo es el responsable del
“milagro mejicano”, un pacto para concretar -entre otras cuestiones- la
privatización de la petrolera estatal Pemex, el despojo de las tierras de los
campesinos e indígenas y la liquidación de la educación pública estatal.
La recolonización imperialista
La primera revolución social del siglo XX -conducida por
Emiliano Zapata y Pancho Villa- se produjo en México, conquistando derechos
políticos y económicos para los campesinos y trabajadores, como la reforma
agraria, la jornada de 8 horas, la libertad de culto, la educación pública
laica y gratuita, el salario mínimo y la nacionalización de los recursos
naturales.
Más de cien años después la situación de las masas es
similar a la que padecían antes de 1910 sus antepasados: un país devastado,
hundido en la miseria y el desempleo con la riqueza concentrada en manos de
burgueses asociados a las bandas criminales para controlar la industria y el
transporte de las drogas.
El proceso de recolonización de México, país convertido
desde los 80 en paraíso de la mano de obra barata y las maquilas- pegó un salto
a partir del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte -NAFTA- en 1994.
La aniquilación de la industria nativa y las conquistas del
movimiento obrero y el campesinado, sumado al avance de los agro negocios que
arruinó a los pequeños y medianos productores, contribuyó al crecimiento de un
inédito ejército de desocupados.
A estas masas empobrecidas no les quedó otra que tratar de
cruzar la frontera del norte para escapar de la miseria. Según cifras de 2012
el 64% de la población hispana de los EE.UU. está conformada por 33,7 millones
de mexicanos que pasaron a engrosar la fuerza de trabajo explotada del imperio.
Más de 4 millones provienen de Guerrero y viven en California.
Una guerra falsa y el narco estado genocida
La denominada “guerra contra el narcotráfico” -iniciada en
2006 por el presidente conservador Felipe Calderón del PAN- que en realidad fue
para aplastar la resistencia y profundizar el saqueo, causó un verdadero
genocidio con más de 130 mil muertos y una cifra de entre 100 y 200.000 mil
desaparecidos.
El terrorismo de estado aplicado por el régimen de partidos
burgueses -PRI, PRD y PAN- contra la clase obrera, estudiantes, pueblos
originarios y campesinos impuso el imperio del narco estado al servicio de las
empresas y bancos yankis, las mismas compañías que lavan dinero de las ventas
de drogas en el mercado estadounidense, el principal consumidor de
estupefacientes del mundo.
El verdadero “milagro mejicano” lo están protagonizando las
masas que ganaron las calles para derrotar el accionar impune de las bandas del
ejército, la policía y los paramilitares; un proceso de carácter democrático
que si se profundiza alentará la incorporación a la lucha y radicalización e
bastos sectores obreros y campesinos.
La bronca del pueblo creció cuando se conoció la existencia
de una nueva fosa común -en los últimos años se descubrieron más de 400-,
provocando un enorme repudio nacional e internacional que atemoriza a los
imperialistas, preocupándolo por la suerte de sus socios, los administradores
de la semicolonia.
No es para menos, ya que las llamas de la lucha de clases
que están ardiendo en su patio trasero pueden extenderse a su propio suelo,
habitado por millones de mexicanos y conmovido por el estallido social y las
movilizaciones de apoyo a los negros de Ferguson, la huelga nacional de los trabajadores/as
de comidas rápidas, las luchas de los autopartistas, las manifestaciones a
favor del pueblo Palestino y cientos de acciones reivindicativas de los
hermanos y hermanas de clase de México que enfrentan al mismo enemigo.
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