sábado, 28 de febrero de 2015

Viva la Revolución de Rojava. Declaración de la Corriente Revolucionaria Internacional, MRS de Brasil y CS de Argentina.

Desde que el Capitalismo dejó de crecer comenzaron a desarrollarse las posibilidades de reemplazarlo por un sistema mucho más democrático y eficiente -el Socialismo- asentado en los organismos democráticos y militares de la clase trabajadora y el pueblo pobre.

Esta tendencia dio su primer paso en 1871 con la toma del poder de los obreros de París, que pusieron en pie el “Consejo de la Comuna”, una asamblea popular en la cual participaban representantes elegidos por el pueblo: anarquistas, blanquistas, socialistas, e incluso algunos burgueses, que luego se retirarían.

La burguesía aplastó esta experiencia para borrarla de la conciencia obrera. Sin embargo los trabajadores no tardaron en construir organismos parecidos, como sucedió en la revolución rusa de 1905 con los soviets, que terminaron transformándose en los pilares del gobierno bolchevique del 17.

Nuevamente la contrarrevolución se propuso borrar del mapa cualquier prueba de la capacidad que tienen las masas para autodeterminarse. La burocracia de Stalin y el PC eliminó la democracia obrera en la URSS y en la mayoría de los sindicatos del mundo controlados por los stalinistas.

Gracias a los Partidos Comunistas traidores los imperialistas tuvieron durante más de 60 años a un socio confiable que abortó decenas revoluciones o las estranguló desde adentro. Durante todo ese tiempo las masas carecieron de un partido revolucionario y de organismos de democracia obrera.

Trotsky fundó la Cuarta Internacional para impulsar la “Revolución Política” en los ex estados “socialistas” y las organizaciones obreras, un objetivo que no era otro que el de recuperar las asambleas democráticas y los soviets.

El proceso de la Revolución Política comenzó en los países gobernados por el stalinismo y se extendió a la clase trabajadora mundial que protagonizó la rebelión alemana de los 50, la “Revolución de los Consejos” de Hungría del 56, la “Primavera de Praga” del 68 y decenas de insurrecciones.

El salto de calidad sucedió en los 90 con las luchas obreras que hicieron añicos al aparato comunista internacional. A pesar de que no se llegó a tiempo para recuperar la economía estatal planificada, el debilitamiento de la burocracia abrió las puertas para la democratización de las organizaciones proletarias de todo el mundo.

De esa manera reaparecieron las asambleas de base y organismos similares a los de la Comuna de París, los soviets o los consejos húngaros, por ejemplo las asambleas populares y milicias del Kurdistán, que eligen, controlan y revocan a sus funcionarios y comandantes.

La primera revolución del siglo

La derrota del ejército sionista en la Franja de Gaza envalentonó a los trabajadores y los pueblos del mundo, que salieron a pelear con fiereza por sus reivindicaciones más sentidas y contra sus respectivos gobiernos:

Los catalanes y escoceses que votaron por la autodeterminación, los chinos de Hong Kong que se enfrentan con la policía, los negros de EE.UU. que ganaron las calles nuevamente, los campesinos de México que organizan las autodefensas o los milicianos de Lugansk y Donest que combaten a los fascistas ucranianos, son algunos ejemplos de esta tendencia.

Como parte de este proceso revolucionario están los/as guerrilleros/as de YPG e YPJ, que son la dirección de una revolución que combate al gobierno bonapartista y asesino de Erdogan, quien declaró que “impedirá la autonomía” de Rojava y cualquier posibilidad de que ese tipo de experiencias se extienda dentro de Turquía, como está sucediendo en Cizre y otras localidades donde miles de jóvenes kurdos se enfrentan cotidianamente con la policía del régimen.

La revolución tiene un contenido socialista, porque el pueblo gobierna a través de comunas o asambleas populares donde elije y revoca a sus funcionarios, que deben dar cuenta de sus actos regularmente.

La Constitución de Rojava considera a los grandes medios de producción y las tierras como “bienes públicos” y garantiza la separación de las religiones del Estado, el respeto entre todas las etnias y el aprendizaje de la lengua kurdi, prohibida y perseguida por el régimen durante años.

Allí también se está produciendo la revolución de las mujeres, que están al frente del combate contra el sistema capitalista que las explota y el machismo patriarcal que las oprime mediante sus propias milicias de autodefensa, policías y tribunales de género.

¡Por la extensión de la Revolución de Rojava!

Desde la Corriente Revolucionaria Internacional tenemos importantes diferencias con la conducción política del pueblo kurdo, encarnada por su máximo líder Abdullah Ocallan y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán o PKK.

No acordamos por ejemplo, con la orientación del PKK de impulsar “diálogos de paz” con el asesino del pueblo kurdo -el presidente Erdogan- porque estamos convencidos de que la mejor manera de defender la autodeterminación es derrotar al régimen burgués turco convocando a las masas a seguir el camino de Rojava.

Tampoco coincidimos con la revisión del marxismo leninismo que viene realizando la dirección del PKK desde hace muchos años, un proceso que la llevó a definir que la clase trabajadora ha dejado de ser el sujeto prioritario de la revolución socialista.

Esta conclusión impulsó al PKK a organizar un frente electoral en Turquía -el HDP- que en vez de plantearse la lucha por un gobierno como el que está construyendo el pueblo de Rojava, solo se plantea la “recuperación o profundización” de la democracia capitalista.

Otra polémica se expresa en relación a la política en Síria, como un todo. Hay que dejar claro que como Erdogan, y más aún que el ISIS, el genocida Assad és el principal enemigo de los kurdos y de los pueblos en toda región. 

El combate consecuente contra el imperialismo significa el combate implacable contra la intervención de los EE.UU. o de la OTAN, de los cuales Assad es el representante local.

Sin embargo, estas diferencias y otras no pueden hacernos caer en posturas sectarias, como sucede con la mayoría de la izquierda, que se niega a movilizarse por el triunfo de las milicias que están enfrentando las bandas mercenarias del ISIS o Estado Islámico, y también pelean -o deben ser impulsadas a pelear- contra Erdogan, Assad y demás gobiernos burgueses de la región.

La victoria de los guerrilleros y guerrilleras de Kurdistán puede constituir la consolidación del régimen de “democracia directa” que está aplicándose en los cantones de Afrin, Kobane, Cesire y Sinjar donde el pueblo discute y resuelve todo desde las bases y defiende lo resuelto mediante milicias y jurados populares.

Ni qué hablar lo que sucederá con la lucha por la liberación de las mujeres de todo el Medio Oriente, envalentonadas por las guerrilleras de YPJ, que están combatiendo al ISIS con sus propias milicias y gobernando Rojava en pie de igualdad con los hombres.

Un triunfo de la lucha contra la opresión nacional y de género constituirá un paso fenomenal hacia la revolución socialista, ya que la liberación nacional y de las mujeres son dos de sus tareas fundamentales.




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