El veterano militante del ala izquierda del Partido
Laborista Inglés Jeremy Corbyn, acaba de ganar las elecciones internas de su
organización con un 59,5% de los votos, el triunfo más holgado en este tipo de
comicios en la historia del Reino Unido.
Quien fuera acusado varias veces por la prensa de
“trotskista” humilló a los candidatos del aparato laborista, como a Andy
Burnham, que salió segundo con el 19%, o a la preferida del ex primer ministro
Tony Blair, Liz Kendal, que apenas obtuvo un 4,5%.
Este terremoto fue reflejado por los medios, como The
Guardian, que después de titular “Ahora dirigen los rebeldes…” comparó esto con
una hipotética derrota del Real Madrid en la final de la liga Europa de
Football, contra el ignoto club escocés Aberdeen.
The Guardian explica que este fenómeno no responde a ningún
factor específico, sino a un proceso de “izquierdización” que recorre el mundo,
cuyas expresiones europeas son Podemos de España, Syrisa de Grecia o Die Linke
-Partido de Izquierda- de Alemania.
Sus analistas comparan a Corbyn con el senador demócrata del
estado de Vermont Bernie Sanders, quien está liderando las encuestas en varios
distritos significativos de EE.UU., destronando a la candidata de Obama y del
stablishment, Hillary Clinton.
Sanders, que se dice “socialista”, votó contra el Acta
Patriótica y se opuso a las políticas guerreristas y ajustadoras de su
gobierno, mientras que Corbyn encabezó muchas marchas por los pueblos palestino
e irlandés y contra las guerras de Irak y Afganistán.
La bancarrota del ala
derecha laborista
El laborismo no pudo capitalizar la indignación hacia el
gobierno conservador, que eliminó 700.000 empleos públicos, aumentó la edad jubilatoria
e impuso recortes sociales durísimos que llevaron al 20% de la población -13
millones de personas- a vivir en la pobreza.
Esta ofensiva, que fue respondida con enormes manifestaciones
obreras y estudiantiles y la irrupción del movimiento independentista escocés,
no tuvo eco en la conducción del Partido Laborista, que en general apoyó la
política reaccionaria del gobierno de Cameron.
Por esa razón, en las elecciones de mayo los laboristas
perdieron aun en sus feudos históricos -como Escocia- a pesar de la bajísima
votación conservadora, que alcanzando apenas el 24,4% de los votos realizó la peor
votación desde 1918 en adelante.
Frente a esta situación la dirección del PL se propuso profundizar
su giro derechista, mediante la imposición de reforma electoral que les
permitiera empalmar con las clases medias que estarían virando hacia posiciones
más conservadoras.
En función de ese objetivo sus líderes favorecieron la
inscripción de miles de nuevos afiliados, que solo con pagar tres libras y
anotarse a través de Internet, accedieron a la posibilidad de participar en las
elecciones internas.
Sin embargo no contaron con que la candidatura de Corbyn podría
ser utilizada como un canal del descontento y las críticas hacia un sistema que
está dejando en la marginalidad a millones de trabajadores y amplios sectores
de las capas medias.
Este diputado laborista, que desde hace treinta años se ha
destacado como defensor de la independencia de Irlanda del Norte y los derechos
palestinos, terminó siendo el referente de un proceso que empuja a las masas
británicas hacia la izquierda.
La gran prensa imperialista se dio cuenta de todo esto; por
eso salió con los “tapones de punta” a acusarlo de ser amigo del IRA o de los “terroristas
islámicos”.
Es que desde hace semanas sus propuestas de defender los
servicios sociales, apoyar un aumento del salario mínimo, enfrentar los
recortes de los ayuntamientos o pugnar por la renacionalización de empresas,
han centrado el debate político en el país.
La “Corbynmanía” movilizó a decenas de miles, que asistieron
a sus mítines o se incorporaron al Partido Laborista, cuya afiliación creció casi
un 50% y cuenta con 299.755 militantes, además de los 189.703 afiliados
sindicales y 121.295 jóvenes, que se inscribieron para votar.
Los trotskistas no tenemos confianza en Corbyn y compañía, ya
que más allá de sus críticas proponen mantenerse dentro del actual sistema
capitalista, que en su etapa de decadencia terminal no puede garantizar más que
ajuste, saqueo, miseria, hambre y represión.
Sin embargo el triunfo del ala izquierdista del Partido
Laborista expresa la existencia de un proceso de radicalización e
izquierdización mundial, que permitirá no solo la explosión de grandes luchas y
revoluciones sino también la construcción de organizaciones verdaderamente
revolucionarias.
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