Putin y Hu Jintao -líder chino- sostenedores de la dictadura de Bashar Al Assad. |
Apenas asumió, Obama se propuso
pactar con los Castro y el gobierno iraní. Su objetivo fue contar con sus
servicios para frenar o bloquear el ascenso revolucionario de las masas en las
regiones que influencian o controlan.
Ese es el sentido del acuerdo “5+1” con Irán y la reapertura de
las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba, dos arreglos bendecidos por el
Papa Bergoglio, quien participó activamente en la construcción de estos pactos
contrarrevolucionarios.
No es casualidad que luego de haber
estado el Papa en Cuba, Raúl Castro firmara con el presidente de Colombia y el
representante de las FARC un convenio para la “pacificación” nacional y el desarme
de la guerrilla más antigua del continente.
Sin embargo, a la hora de su aplicación
estos acuerdos se encuentran con problemas y contradicciones. Así sucede en
Siria, donde la mayoría de las potencias que firmaron el 5+1 intervienen política
y militarmente con tácticas diferentes que agravan el conflicto.
Mientras Rusia bombardea a
“terroristas enemigos del gobierno”, EE.UU., que sigue tirando algunas bombas
contra ISIS, duda -presionado por turcos, árabes y sionistas- en aceptar o no
la presencia de Bashar en un futuro período de “transición”.
Los yanquis tienen problemas con
otro aliado importante, Erdogan, al quien le reclaman cierta “moderación” y
cautela en los ataques que está emprendiendo contra la población kurda y una
actitud más complaciente hacia las brigadas de esa nacionalidad que enfrentan a
ISIS en Siria.
Lejos de aceptar estos consejos,
Erdogan ataca a todos por igual, provocando la reacción multitudinaria de los
trabajadores y el pueblo kurdo, que siguiendo el ejemplo de sus pares de Rojava,
ha comenzado a organizar asambleas y milicias populares dentro de la segunda
potencia de la OTAN.
Obama, Erdogan, Putin, Rohuani,
Bashar y demás apoyaron el “5+1”
porque tienen un punto de acuerdo fundamental: aplastar el ascenso revolucionario.
Es que todos ellos, independientemente de los intereses específicos que
defienden, son sostenedores del sistema capitalista.
Sin embargo estos enemigos de la
revolución, también están cruzados por tremendas peleas internas que los
dividen a la hora de golpear como un solo puño. Esta situación es el producto de
la debilidad y grandes divisiones que existen en el seno del imperialismo
yanqui.
Las elecciones turcas del 1N
Uno de los problemas más graves
que tiene el imperialismo yanky en Medio Oriente es la situación de Turquía,
que el 1 de noviembre encara un proceso de elecciones parlamentarias que pueden
transformarse en el detonante de una crisis de dimensiones insospechadas.
El presidente Erdogan viene de
perder la mayoría absoluta en el parlamento en las últimas elecciones
legislativas. Este resultado le impidió consumar su viejo proyecto de reformar
la constitución para cambiar el régimen parlamentarista por otro de carácter
presidencialista.
Los votos que necesitaba para convertirse
en un moderno “sultán” fueron ganados por el HDP -Partido de la Democracia y el
Pueblo, prokurdo- que superó la barrera proscriptiva del 10%, conquistó más de
80 diputados y se convirtió en la fuerza política más poderosa de la región
sudeste del país.
Este resultado electoral, sumado
al ascenso de las luchas obreras, la crisis que golpea al conjunto de la
economía de Turquía, la revolución kurda que explotó en la frontera siria y la
derrota de las bandas islámicas -protegidas por Erdogan- en Kobane, pusieron en
jaque al régimen.
Para enfrentar este
debilitamiento y recuperar la mayoría parlamentaria, el partido del gobierno boicoteó
conformación de un gobierno de coalición con los principales partidos burgueses
-republicanos y nacionalistas- forzando la convocatoria a nuevas elecciones,
que ya han sido convocadas para el 1 de noviembre.
En ese marco, el gobierno
liderado por Erdogan desplegó una enorme ofensiva militar contra las fuerzas
kurdas del PKK de las montañas irakíes de Kandil y las poblaciones más combativas
de esa nacionalidad dentro de Turquía, como Cizre, Silopi y otras ciudades del
sudeste.
El objetivo de la escalada
guerrerista es ganar a la opinión pública en el sentido de convencerla de que
los kurdos han sido responsables de “romper las conversaciones de paz” y de que
la única manera de frenar la guerra será imponiendo un gobierno con mayoría
absoluta del AKP, o sea de su partido.
Sin embargo, el presidente está
jugando con fuego. Por un lado, porque el pueblo kurdo, en vez de amedrentarse por
los ataques del ejército turco, ha dado un salto político y organizativo
fenomenal construyendo asambleas y milicias populares como las de sus hermanos
y hermanas de Rojava.
Por el otro, porque las encuestas
electorales están mostrando que el HDP no solo mantendría sus votos sino que
incluso los superaría, bloqueando nuevamente las posibilidades de que el AKP de
Erdogan, Davutoglou y compañía conquiste la mayoría absoluta en el parlamento.
Si esto termina sucediendo se
desestabilizará el régimen y dará un salto la situación revolucionaria, que tiene
su epicentro en la región del Kurdistán turco. Si el resultado no es este la
polarización social y política también crecerá, ya que será visto por los
kurdos como un enorme fraude.
El 1N puede ser un “antes y un
después” en la lucha de clases de Turquía y los países vecinos; un salto de
calidad en la situación revolucionaria mundial debido al impacto que estos acontecimientos
tendrán en el conjunto del Medio Oriente.
Los rusos se aprovechan de la debilidad yanky
Los acontecimientos de Medio
Oriente se están precipitando debido a la crisis del imperialismo yanqui y sus
principales aliados: Israel -que viene de una derrota gigantesca en la Franja
de Gaza-, Arabia -que debe enfrentar una guerra muy difícil en Yemen-, y
Turquía, que está al borde del abismo.
Esta situación política y social
ha envalentonado a otros sectores burgueses e imperialismos menores, como Rusia,
que con cierta audacia ha salido a disputar lugares de influencia con mucha más
agresividad que antes.
Como sucedió en Ucrania -cuando
anexó Crimea- el ejército de Putin ahora ha comenzado a intervenir en Siria,
atacando posiciones ocupadas por grupos opositores al régimen de Bashar Al
Assad en Homs y otras localidades, con el objetivo de “combatir al terrorismo”.
El objetivo de los rusos no tiene
nada de progresivo, ya que no es otro que el de defender a su aliado, Bashar Al
Assad, para consolidar una posición geopolítica que les permita incrementar sus
negocios desde esa región tan rica debido al petróleo, el gas y otros recursos
naturales.
En ese sentido, la intervención
de Rusia -como tampoco las de EE.UU., Francia, las burguesías del Golfo o Irán-
ayudarán al movimiento de masas a liberarse de la dictadura de Bashar o los
ataques de las bandas contrarrevolucionarias de ISIS y Al Nusra.
Rusia, como el resto de los estados
capitalistas que actúan en Medio Oriente, solo quieren defender sus intereses
económicos, para lo cual pretenden acabar con los focos revolucionarios y
profundizar la opresión y explotación de los pueblos.
Fuera todos los contrarrevolucionarios
Solo la lucha independiente de
los trabajadores y los pueblos contra todos estos enemigos, servirá para
conquistar la liberación nacional y social. Las milicias kurdas demostraron que
esto es posible, derrotando al Estado Islámico en Kobane, Tal Abyad, Hasaka y
otras localidades del Norte de Siria.
Las YPG e YPJ kurdas deberían
convertirse en líderes de la oposición al régimen de Bashar, realizando un
llamamiento para la unificación del conjunto de los sectores progresistas que
combaten a la dictadura y las bandas del Estado Islámico, Al Qaeda y compañía.
Desde CS, siendo consecuentes
luchadores de la causa kurda, no coincidimos con la postura de sus máximos
dirigentes, que después ofrecerle el territorio liberado de Rojava a los EE.UU.
para “coordinar la guerra contra ISIS”, miran ahora con simpatía la
intervención rusa.
La liberación nacional y social se
conquistará acabando con todos los enemigos de los pueblos, comenzando por el
imperialismo, que es el mentor de las dictaduras de Bashar, Rohuani, Erdogan o
Barzani y las bandas mercenarias de
ISIS, Al Nusra y demás.
Esa perspectiva significa pelear
por un sistema capaz de darles respuestas a las masas empobrecidas, hambrientas
y explotadas de la región: el Socialismo, mediante la construcción de una
Federación Democrática de Estados Socialistas de Medio Oriente.
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